Ícono del sitio Rompeviento

El debate Ackerman-Buscaglia

Alejandro Saldaña Rosas
Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

 

 

 

 

El debate Ackerman-Buscaglia

 

El miércoles 15 de marzo John Ackerman y Edgardo Buscaglia se enfrascaron en un debate de enorme interés y relevancia para nuestro país. Desafíos para lograr un nuevo régimen en México fue el título de la discusión moderada por Ernesto Ledesma, director de Rompeviento TV. Si usted no ha visto, puede acceder a él en la siguiente liga: https://www.rompeviento.tv/?p=20391

Como no hay debate que se respete sin el posdebate correspondiente, en las siguientes líneas apunto algunas ideas para abonar a la reflexión. Antes, es necesario aplaudir la muy atinada moderación de Ernesto Ledesma, cuya intervención fue decisiva para que el debate se desarrollara de acuerdo con las reglas establecidas de antemano y con la energía necesaria para acotar cuando debía y puntualizar cuando fue pertinente.

El debate Ackerman-Buscaglia (los anoto en estricto orden alfabético) es un parteaguas en los medios de comunicación en México por cuando menos tres razones: i) se realizó a través de un medio absolutamente independiente (Rompeviento TV), lo que de entrada garantiza el equilibrio de la discusión, que no la neutralidad en el tema de fondo; ii) el punto de partida del debate es claro y contundente: ¿cómo salir del régimen autoritario, corrupto y represor que hay en México? No hay medias tintas: la caracterización del régimen político motivo del debate no está en duda, eso no se discute y establece un piso mínimo para posteriores debates en Rompeviento TV o en el medio que sea; iii) se logró llevar la discusión que inició en Twitter a un plano de mayor argumentación y, por ende, de mayor profundidad de pensamiento. Pasar de las redes a los foros, y viceversa, es tarea necesaria para fertilizar la discusión política, tan necesaria en nuestro país.

            El debate se organizó en cuatro temas, dos propuestos por Edgardo y dos por John:

  1. Las elecciones de 2018 como momento histórico para el país (propuesta de Ackerman).
  2. La amnistía anticipada propuesta por López Obrador (propuesta de Buscaglia).
  3. El agotamiento del modelo histórico de negociación con el poder para lograr la rendición de cuentas (tema propuesto por Ackerman).
  4. Los dedazos electorales en la conformación de listas primarias de todos los partidos políticos de México (tema propuesto por Buscaglia).

Es claro que los temas propuestos por cada uno de los participantes llevaban dedicatoria especial para el otro, lo que favoreció la discusión. Además, Rompeviento TV se convirtió en actor del debate al formular preguntas dirigidas tanto a Ackerman como a Buscaglia. Un cuarto participante fue López Obrador, quien sin estar presente ocupó un lugar en la mesa. Afortunadamente no fue invitado, toda vez que habida cuenta de su agilidad verbal la sesión hubiera durado cinco horas, cuando menos.

Sería absurdo apuntar a un ganador del debate puesto que se trata de posiciones políticas sustentadas en diferentes experiencias profesionales y concepciones teóricas disímiles. En todo caso, podemos decir que el ganador del debate fuimos todos nosotros, todas nosotras, quienes seguimos el hilo de los argumentos expuestos por ambos participantes con la pasión y el rigor de pensamiento que les caracteriza.

Las elecciones del próximo año efectivamente representan un momento histórico de enorme importancia para México y quizás la última oportunidad en el corto plazo para salir del régimen brutalmente corrupto, autoritario y sanguinario en el que sobrevivimos. Comparto los deseos y parte del optimismo de Ackerman de que el triunfo de MORENA en las presidenciales de 2018 represente un punto de inflexión en la historia de nuestro país para, desde el poder, transformar el delincuencial sistema político y económico; no obstante, es necesario reconocer –con Buscaglia- que es iluso y hasta inocente suponer que a través de reglas institucionales esencialmente corruptas pueda triunfar una opción que busca transformar precisamente esas reglas. Ojalá me equivoque y el voto masivo sea suficiente para cancelar el fraude que ya se ha echado a andar y se opera delante de nuestros ojos.

El tema no es menor y obliga a repensar la trayectoria de la izquierda electoral en México. Al menos en dos ocasiones la respuesta de la izquierda electoral al fraude ha sido… un partido político para participar en las elecciones. En 1988, luego de la caída del sistema y cuando muchos esperábamos de Cuauhtémoc Cárdenas un llamado a paralizar el país, la convocatoria fue a construir un partido político: el PRD, de conocida y lamentable trayectoria. En 2012, luego del fraude que llevó a Peña a la presidencia y cuando esperábamos una convocatoria para paralizar al país, la respuesta de López Obrador fue convertir a un movimiento de masas en un partido político: MORENA, cuya trayectoria comienza a parecerse tanto a la del PRD por el autoritarismo (los dedazos) y por incorporar a sus filas a decenas, a cientos, de impresentables políticos, de nuevo y viejo cuño, que se han caracterizado por ser hábiles operadores del mismo sistema que pretenden transformar. Jamelgos de Troya, los he llamado en otra ocasión.

Increíble: a los fraudes electorales se ha respondido con dos partidos (PRD y MORENA) para participar en elecciones con las mismas reglas institucionales que permitieron el fraude. Si lo analizamos desde una perspectiva de análisis institucional es dable conjeturar que el cambio propuesto es autorreferencial, es decir, una toma de conciencia del propio sistema de sus carencias, deficiencias e inestabilidades para transformarse con arreglo a sí mismo. De ahí al gatopardismo no hay mucha distancia.

Coincido con Ackerman en que este país no ha dejado de movilizarse desde hace decenas de años. Campesinos, indígenas, trabajadores, estudiantes… es un país en efervescencia y hasta en rebeldía. Coincido con Buscaglia en que el país no ha sido paralizado totalmente para transformar las instituciones políticas fundamentales, las electorales centralmente. México no ha sido paralizado por millones de ciudadanos en las calles, las carreteras, las plazas públicas, los puentes internacionales, los puertos, las fábricas, las escuelas, etc., exigiendo el respeto a los derechos humanos fundamentales y la transformación de las estructuras de represión sistemática que rigen en el país. Ni las movilizaciones por Ayotzinapa lograron paralizar al país entero.

Es cierto que las intensas movilizaciones han sido reprimidas y muchos dirigentes cooptados, pero también hay que reconocer que los diferentes grupos sociales movilizados no han logrado articular sus acciones en una misma dirección y con una proyección democrática de largo aliento. El punto de articulación de los movimientos ha sido débil o inexistente, por lo que las luchas sociales han debido andar, las más de las veces, de forma aislada.

Ese punto de articulación, al menos parcialmente, lo ofrece MORENA y justamente allí reside su debilidad. No en sí en la estructura del partido, que sin duda alguna tiene cuadros de enorme valía, sino en sus prácticas y en su dirigencia, particularmente en López Obrador. Como muchos analistas lo han señalado: el principal activo político de MORENA es el Peje, y su principal pasivo político también.

Es innegable que el enorme arrastre popular de López Obrador ha permitido a MORENA crecer en muy poco tiempo hasta convertirse en la principal fuerza política capaz de derrotar al sistema tripartidista (PRI, PAN, PRD y partidos mascotas), pero también es cierto que si no ha habido un mayor crecimiento a partir de articular a otros sectores y movimientos, es debido a los constantes yerros del dirigente morenista y a un programa de izquierda con reticencias hacia temas propios de una agenda de izquierda: matrimonios igualitarios, legalización de las drogas, entre otros. Pareciera ser que el crecimiento de MORENA ha llegado a un tope difícilmente superable e insuficiente para derrotar al sistema y sus procesos electorales fraudulentos. Quizás a eso se debe el intento de expansión a través de incorporar a elementos de clara trayectoria corrupta, lo que paradójicamente opera en sentido inverso: la expansión de MORENA opera a manera de un agujero negro que engulle el crecimiento logrado.

Buscaglia tiene razón: carecemos de controles ciudadanos que garanticen elecciones limpias. Pongamos por caso el estado de México: el fraude está a la vista de todos, echado a andar a través de la compra y coacción del voto (mediante laptops a cambio de la copia de la credencial de elector, por ejemplo), y las instituciones que deberían velar por la transparencia del proceso no están ausentes, son cómplices de la ilegalidad. Si las elecciones en el estado de México son un adelanto de las presidenciales de 2018, el escenario no podría ser peor para el país: dos contra uno (Del Mazo y Vázquez Mota contra Delfina) y los árbitros de la contienda totalmente alineados con la triada PRI-PAN-PRD y partidos mascota.

¿Estamos a tiempo de revertir este pernicioso escenario? Creo que no, porque se trata de construir ciudadanía en un país profundamente autoritario y casi ajeno a esa tradición. Seguimos siendo, pese a la combatividad de millones de mexicanas y mexicanos, “subjetividades agradecidas” como bien dicen Duschatzky y Redondo. Pero al mismo tiempo hay un México rebelde que jamás ha claudicado en su lucha por justicia, equidad, paz y democracia. ¿Alcanzará la voz de este México rebelde y democrático a vencer electoralmente al sistema? No lo sé, pero no podemos menos que echar pa’lante e intentarlo. En este sentido, coincido plenamente con Ackerman.

Salir de la versión móvil