El cambio que no se siente

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Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

El cambio que no se siente

Washington – Disminuir los niveles de inseguridad y de violencia se entendía como el reto más complicado que enfrentaría la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.

La esperanza de miles de familias víctimas de esta grave situación heredada de los sexenios anteriores es infinita.

 

Nadie exigía una solución de la noche a la mañana y se daba por sentado que AMLO cumpliría su palabra ofreciendo resultados paulatinos, conforme a la marcha de su gobierno.

 

El país sigue hundido en la inseguridad y la violencia. Son pocos los medios nacionales que siguen reportando puntualmente las estadísticas al respecto; la nota está en la grilla nacional, es prioridad periodística.

 

Los reclamos a AMLO son genuinos. Ni la Ciudad de México es un territorio con tranquilidad social. A un año de su elección como presidente y a siete meses de su mandato, no se siente el cambio.

 

Es prematuro, puede ser; no obstante, las madres que han perdido a sus hijos reclaman y exigen respuestas que parecen imposibles de llegar.

 

Es cierto, el gobierno ha instrumentado nuevos mecanismos de investigación para aplicar la justicia y esclarecer casos simbólicos y enigmáticos de la violencia que padecemos, más no es suficiente.

La recién creada Guardia Nacional tiene que empezar a rendir frutos dándole a la población la seguridad que nos robaron los delincuentes.

 

Me dicen varios integrantes de la Guardia Nacional, policías federales de carrera, que desconocen su papel en la nueva estructura de seguridad. Ese es un síntoma de ausencia de estrategia de lo que requiere la sociedad mexicana. Querer es poder.

 

Con las amenazas y presiones de Donald Trump, en un par de semanas AMLO respondió a las exigencias del mandatario estadounidense y desplegó a cientos de elementos de la Guardia Nacional en la frontera sur y en la del norte del país. En un santiamén, el gobierno federal mexicano se convirtió en una agencia migratoria de Trump. Por el norte y por el sur la Guardia Nacional detiene a inmigrantes centroamericanos que quieren llegar a Estados Unidos para alcanzar un velado sueño de seguridad y alivio a sus penurias económicas.

 

Las exigencias, lamentos y llantos de las madres mexicanas por sus hijos asesinados y desaparecidos no tienen el mismo peso que las amenazas de Trump para el gobierno de AMLO.

 

Creemos, señor presidente, que siente y entiende el dolor y los padecimientos de nuestra sociedad, pero no es suficiente. Los criminales son una plaga imparable. Hay demasiados secuestros todos los días en el país, no se diga robos, homicidios, asaltos, violaciones a mujeres y desapariciones forzadas. La criminalidad se volvió un modo de vida de muchos que se niegan a trabajar honestamente y prefieren abusar de quienes lo hacen.

 

Es la inseguridad lo más urgente, sin esto se diluirá poco a poco la esperanza del cambio que nació el 1 de julio de 2018.

 

AMLO llenó el cesto de promesas tal vez sin pensar ni ponderar objetivamente el tamaño del problema rezagado que recibió por la inoperancia de Felipe Calderón, que violentó tanto al país que Enrique Peña Nieto optó por la claudicación.

 

Señor presidente, somos sensibles y comprendemos la limitaciones que enfrenta para encontrar la rauda solución que requerimos.

 

La percepción generalizada es que su estrategia para devolver la libertad de tránsito por el país y la seguridad no tiene pies ni cabeza. Demuéstrenos, señor presidente, que estamos equivocados. Borre esa impresión de nuestras mentes, pruebe que no sólo reacciona con urgencia a las presiones de Trump.

 

Sí hay otras necesidades, las económicas por ejemplo, y conscientes también estamos de que muchos a quienes les quitó todo continuarán queriéndolo hacer tropezar por intereses rastreramente políticos.

 

Las madres enlutadas y desesperadas no comen ni viven de la grilla. Un rayo de luz en el túnel de las tinieblas puede ser el esclarecimiento de lo que en realidad ocurrió con los 43 normalistas de Ayotzinapa. Calme la ansiedad y consuele el llanto de las madres de los normalistas, hacerlo será señal de que con su alivio viene la justicia para todos los demás. Castigue a los responsables de esa crueldad, la sociedad se lo exige. No debemos ni podemos perdonar ni mucho menos olvidar a esa clase de criminales; insisto, hacerlo es una mala señal para las esperanzas que renacieron hace un año con usted, señor presidente.

 

La seguridad es lo requiere la sociedad para volver a ser aquella nación que fue de nuestros padres, cuando con toda libertad caminábamos por los pueblos y ciudades de México. La nación ha sido mancillada por la corrupción y por ella ha corrido demasiada sangre debido a la inoperancia de unos cuantos.

 

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