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De fronteras, derechos y soberanía

Se ha cumplido un año de la llegada de la primera gran caravana de migrantes a la frontera sur de México y la emergencia humanitaria, desde entonces, no ha cesado. "Nadie va a venir a pisotear nuestras leyes... nadie va a venir a pisotear nuestro país, nuestra tierra", esa fue la sentencia de un mando de la Guardia Nacional el pasado 12 de octubre para alentar la detención de un grupo amplio de personas migrantes procedentes, principalmente, de Honduras, El Salvador, Haití y África, que pretendían salir de Chiapas para continuar su camino hacia los EU. Un día antes, el 11 de octubre se suscitó un naufragio de una embarcación con por lo menos 12 personas cameruneses que habían decidido, después de no obtener respuesta a su solicitud de asilo, ponerse en marcha para llegar al mismo destino.

 

La actitud y la prédica de quienes han sido designadas/os para contener el flujo migrante son sumamente significativas. Lo que se dice en discurso es mucho: que la persona migrante representa un peligro potencial para nuestro país y que esa es la razón, aunque no se reconozca como tal, de la militarización de las fronteras. Por supuesto, las/os migrantes que preocupan a las autoridades mexicanas y estadunidenses, no sólo representan a las y los extranjeras/os que ingresan a un país distinto al suyo buscando una mejora significativa en sus condiciones de vida; existen muchos criterios más que determinan qué tipo de migración e incursión extranjera se admite y cuáles no: los rasgos físicos, la condición económica, la nacionalidad, el género, etcétera, son elementos que determinan quiénes son consideradas/os un riesgo para la seguridad y estabilidad social. Sabemos bien que hay otro tipo de actores extranjeros que son bienvenidos y avalados para ser beneficiados con las bonanzas de este país.

Al respecto de estos recientes acontecimientos, hay dos aspectos que nos interesa destacar: primero, los cambios paradigmáticos que hemos observado en el fenómeno de migración y, segundo, el choque evidente entre la defensa de los derechos humanos que se presuponen universales y la protección de la soberanía nacional.

 

Con las migraciones masivas de finales del año 2018, hemos visto una transformación significativa en el desarrollo del fenómeno de migración en América Latina: la imagen de la caravana es representativa porque las personas que optan salir de sus lugares de origen, casi siempre forzadas por distintas razones, han decidido hacerlo de manera más o menos organizada, formando grupos numerosos y avanzando juntas hacia una misma dirección. Esto no es casual, los riesgos de los que son susceptibles son muchos (asaltos, secuestros, extorsiones, agresiones sexuales, desapariciones, entre otros); viajar en grupo es una forma de reducir mínimamente los peligros. La necesidad de organizarse entre sí para migrar ha supuesto sus propias posibilidades de movilización dentro de nuestro país en aras de demandar atención a sus solicitudes de regularización migratoria y el respeto a sus derechos más básicos. En este sentido, no son sólo los ingresos masivos de migrantes que se han suscitado en distintos periodos en el último año lo que ha llamado mucho nuestra atención, sino también el inicio de su gestión colectiva que, entre otras cosas, les ha ayudado a visibilizar las diferentes violencias de las que están siendo objeto y las condiciones de extrema inseguridad y desprotección en la que se encuentran. Existe suficiente documentación sobre toda la persecución, hostigamiento, criminalización y maltrato físico y psicológico del que han sido víctimas las/os migrantes en su tránsito por México.

 

Ahora bien, el segundo punto tiene que ver precisamente con la vulnerabilidad de los derechos humanos. ¿Cómo subsiste la garantía del respeto de los derechos humanos de todas las personas sin importar su nacionalidad y estatus legal con el ejercicio de la soberanía nacional? Aquí no nos alcanza el tiempo para desarrollar lo suficiente dos temas tan amplios y complejos, sin embargo, abrimos la interrogante para invitarnos a reflexionar sobre el margen de conciliación de los derechos humanos fundamentales que se pretenden universales y los lineamientos constitucionales que sustentan el principio de soberanía de cualquier nación. Llamamos la atención sobre esto porque muchas de las observaciones que se han hecho sobre la actual política migratoria mexicana y las medidas tomadas para reducir el flujo migratorio indican que la violación de las garantías de las y los migrantes es sistemática. Por ejemplo, la falta de asistencia básica y de respuesta a las solicitudes de protección y regularización migratoria, las condiciones de hacinamiento en los albergues, la separación de familias, un plan de contención que en muchos momentos ha devenido en represión, sin olvidar las muertes de muchas personas migrantes que han quedado sin debidos procesos de esclarecimiento e investigación, son tan sólo algunas de las situaciones en las que se ha denunciado la vulneración de sus derechos.

En el relato del gobierno mexicano se ha insistido en que el reforzamiento del control migratorio y de la seguridad es un ejercicio soberano que vela por el respeto de la leyes nacionales, al mismo tiempo, la narrativa que se construye desde ese tenor dice priorizar la atención humanitaria y el reconocimiento universal de los derechos, pero en los hechos, el ejercicio de las libertades y las garantías básicas parecen contradecirlo.

Este momento paradójico parece ayudarnos a esclarecer algo: que, a pesar de lo que nos diga la retórica institucional, en la práctica parece que los derechos humanos no son universales, pero sí un ámbito de negociación para mantener los acuerdos político-económicos internacionales; y, también, que la violencia y la legalidad no siempre son terrenos distantes entre sí. En medio de la crisis migratoria, la arenga de la defensa del territorio merma nuestro juicio hacia la persona migrante, se exacerban los actos de discriminación de una parte importante de la población y se enfatizan los discursos de racismo y xenofobia, se normalizan; el color de la piel, el acento y/o el estatus económico, son condiciones suficientes para que muchas personas sean susceptibles de sufrir agresiones racistas (según muchos testimonios, aun cuando se esté dentro de estaciones u oficinas migratorias a la espera de regularización, o incluso, teniendo un estatus migratorio regular, las actitudes discriminatorias no cesan). Tenemos una segunda paradoja: un país como el nuestro, empobrecido y saqueado por negocios trasnacionales, con un número importante de ciudadanas/os viviendo de manera irregular en los EU por no haber encontrado aquí los recursos necesarios para sobrevivir dignamente, rechaza y expulsa a las personas migrantes que, debido a la pobreza y contextos de extrema violencia, no han tenido otra opción que la de salir huyendo de sus casas.

Ya lo dijo el filósofo Achille Mbembe en su reciente visita a México, “las fronteras se han movido con la movilización de los cuerpos”[1]); los cuerpos son las nuevas fronteras, la extensión de las geografías y por eso la respuesta de los gobiernos al fenómeno de migración es la militarización; la hostilidad y la persecución es su vía. Las razones estructurales que están propiciando las migraciones masivas en el mundo parecen no importar a muchas personas. La sórdida sentencia de “nadie va a venir a pisotear nuestro país, nuestra tierra” que señala a la persona migrante precarizada como el enemigo al que hay que hacer frente, nos sitúa en una tragedia que es mayor y que entraña toda nuestra contradicción: la dimensión de la crisis migratoria implica la migración interna, el desplazamiento forzado interno de personas asediadas también por la pobreza, la marginación y la violencia que también ignoramos y que, definitivamente, aunque tengan la nacionalidad mexicana, tampoco parecen entrar en nuestra fabulosa reivindicación de bienestar y soberanía.

 

[1] Mbembe, Achille. (2019) “Bodies as Borders & Technologies of Race”. Conferencia impartida en la UNAM, México. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=M9tSFBl0s5w&fbclid=IwAR0zN2eCG58WMdoznk8p-nVqsZG3YeIMn7HMy3mW3t5BZCC4RiubqkDbgvs

 

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