De bestias y mutantes

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Ricardo Bernal

Maestro y doctorante en filosofía moral y política (UAM-I). Profesor de filosofía social y filosofía de la historia (La Salle)

@FPmagonista

De bestias y mutantes

 

En la más reciente película de la saga X-Men, los mutantes comandados por el profesor Xavier se enfrentan a su enemigo más poderoso: Apocalipsis, un villano milenario cuya habilidad consiste en absorber los poderes de otros mutantes. Esta capacidad le ha otorgado una fuerza prácticamente ilimitada que lo hace rozar la inmortalidad. Como trasfondo de la historia, llena de referencias a la cultura pop de los años 80, la película narra la conversión personal del profesor Xavier simbolizada plásticamente por su cambio de imagen.

Aunque Xavier mantiene el ideal de un mundo en el que humanos y mutantes logren convivir pacíficamente, la presencia de Apocalipsis lo lleva a perder cualquier asomo de inocencia y a asumir la necesidad de prepararse ante los inevitables peligros que acechan a los mutantes. La escena final del filme es transparente: el instituto que Xavier dirige deja de ser un simple centro académico y se convierte en una especie de escuela militar.

Así, la presencia de una amenaza que supera las capacidades previstas por las instituciones vigentes (no es casual que, en plena Guerra Fría, ninguno de los potentes ejércitos nacionales sea capaz de enfrentar a Apocalipsis), hace que el profesor Xavier suscriba un realismo político incompatible con cualquier forma de idealismo moral. Esa convicción lo lleva a aceptar que hay ocasiones en las cuales es preciso actuar por encima de las normas establecidas para vencer las amenazas imprevistas que le depara el futuro.

Es sintomático que esta misma idea atraviese las últimas películas de superhéroes realizadas en Hollywood. Sin duda, el caso más evidente es Escuadrón suicida. La cinta de DC Comics narra la conformación de un grupo de seguridad paralelo a las instituciones del gobierno norteamericano integrado, literalmente, por mercenarios. La aparición de este escuadrón cuya operación se realiza al margen de la legalidad civil se justifica debido a la irrupción de un peligro sobrenatural que no puede ser procesado por las leyes que los seres humanos nos hemos dado.

Escuadrón suicida se sitúa en el universo planteado por el filme Superman vs. Batman, en el cual se advierte la amenaza que trae consigo la existencia de un ser dotado de poderes extraordinarios, un ser cuya fuerza supera las previsiones de todas las instituciones gubernamentales existentes y que, por lo mismo, nos obliga a actuar más allá de estos instrumentos.

Ese parece ser el subtexto de esa extraña escena en la que Superman es llamado a rendir cuentas al Senado norteamericano en una comparecencia que finaliza con la destrucción de este histórico recinto y con la muerte de las y los legisladores. Una escena prácticamente idéntica a la que se puede ver en Civil War cuando un atentado acaba con el edificio de las Naciones Unidas momentos antes de lograr la solución pacífica de un conflicto global.

El mensaje es claro: en estos mundos ficticios de avances tecnológicos increíbles y mutaciones genéticas, el mal excede la arquitectura política, diplomática y jurídica creada por los seres humanos; de ahí que esta forma peculiar del mal deba ser combatida por vías extraordinarias, fuera de todo idealismo ingenuo.

No es difícil comprender la relación existente entre esta narrativa y el contexto que han traído consigo las nuevas intervenciones militares de los Estados Unidos en el Medio Oriente. En el fondo, uno está tentado a pensar que se trata de procesar simbólicamente la aparente contradicción entre los valores norteamericanos y el hecho de que sus intervenciones militares no han dejado de violar todas las instancias del derecho nacional e internacional.

Estas películas parecen decirnos que hay momentos en los cuales las amenazas que nos acechan son de tal magnitud que debemos echar mano de métodos no previstos por nuestras instituciones democráticas, con el fin de salvaguardar los ideales de la humanidad.

De ahí que, en todos estos casos, el mal no provenga de los conflictos producidos por los seres humanos, sino de la irrupción de monstruos y seres sobrenaturales con poderes nunca antes imaginados; seres cuya sola presencia pone a temblar nuestras certidumbres institucionales y justifica acciones más allá de la legalidad vigente.

Por ello, no pueden sino llamar la atención las últimas declaraciones del general Salvador Cienfuegos respecto a los lamentables asesinatos de militares ocurridos en Sinaloa: 

"De manera cobarde y ventajosa nuestros soldados fueron emboscados por un grupo de enfermos, insanos, bestias, criminales con armas de alto calibre, seres sin conciencia, que basan sus acciones en atemorizar a gente de bien".

Ciertamente, los hechos resultan enteramente condenables y no deben dejar lugar a la impunidad. Sin embargo, al referirse a los criminales como “bestias”, ¿no abre la puerta el líder del Ejército a una narrativa que justifique acciones por encima de toda legalidad ya que nos enfrentamos a una amenaza sobre o infrahumana?

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