Asilo a Evo

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Washington – Entre la comunidad internacional, México tiene una reputación preponderante cuando se trata de asilar a líderes políticos o ciudadanos de naciones destrozadas por las botas militares.

 

La sociedad mexicana solía mostrar una solidaridad envidiable en América Latina para quienes huían de su país víctimas del ostracismo.

 

Hasta nuestros gobiernos más corruptos y antidemocráticos, como los de Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari, se destacaban por su hospitalidad para quienes necesitaban apoyo. Sí, México era candil de la calle y oscuridad de su casa, como dice el refrán.

 

Evo Morales tiene un lugar en la historia mundial: indígena defensor de los bolivianos que no tenían nada, que derrotó a la oligarquía corrupta y racista de esa nación sudamericana. No voy a defender la ambición de Evo de perpetrarse en la presidencia por cuarta ocasión. Creo que la democracia de cualquier país debe airearse.

 

El poder corrompe y acaba con la humildad de muchos. No estoy diciendo que Evo sea un corrupto, no lo sé, pero tampoco creo que lo sea. Lo ocurrido en Bolivia fue un golpe de Estado. Evo sucumbió a la amenaza militar para evitar lo que está pasando ahora en su país: la violación a los derechos humanos de los que no tienen nada y que rechazan la imposición de quienes tienen y quieren todo.

 

Acuñado en la tradición republicana, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador extendió a Morales la mano para sacarlo de Bolivia y asilarlo en el país. La decisión, como todo lo que hace y dice AMLO, fue de inmediato polemizada por la derecha mexicana y por algunos ex estandartes de los sexenios de la corrupción priista.

 

Como en ningún otro caso de la historia reciente de la política exterior mexicana, el asilo a Evo desató un odio aderezado con racismo y con una sarta de estupideces por parte de la derecha y por un ala del gremio “periodístico” que aplaude lo hecho por los militares en Bolivia. Náusea me provoca que ahora estos castos “periodistas” se quejen de lo costoso que nos sale a los mexicanos asilar a Morales.

 

Esos mismos informadores que ahora se envuelven en el pecho la bandera nacional y denuncian el abuso a las arcas del erario por asilar a un político sudamericano de izquierda, sellaron sus labios y mutilaron sus plumas para jamás denunciar los desfalcos y saqueos de los ex gobernantes corruptos que por décadas provocaron la humillante pobreza en la que siguen hundidos millones de mexicanos.

 

¿Nos saldrá más caro el asilo a Evo que los más de 5 mil millones de pesos que desapareció César Duarte del erario de Chihuahua? ¿O lo que hizo Emilio Lozoya en Pemex, por mencionar sólo dos casos?

 

Varios de estos informadores que recriminan a AMLO por acoger a un izquierdista sudamericano se atrevieron a defender a Lozoya, a Javier Duarte, el ex gobernador de Veracruz, y al ex ministro Eduardo Medina Mora, cuyo caso sigue en el limbo y eso de verdad no los indigna.

 

La derecha hipócrita que se queja de Donald Trump, emula la intolerancia, miopía demócrata e ignorancia política del mandatario.

No se equivoquen, no defiendo la perpetuación en el poder de nadie y me parece que lo más correcto para preservar la integridad democrática de cualquier nación es la no reelección.

 

En Bolivia se llevó a cabo un golpe de Estado contra el gobierno de Morales y brindarle la mano al mandatario depuesto es digno de nuestra tradición interamericana.

 

El mismo rigor para contabilizar el costo de la estancia de Evo en México debería ser usado por la derecha mexicana y los “periodistas” indignados para exigir la verdad en los casos recientes de corrupción en los sexenios panistas y priistas.

 

Nunca supimos qué ocurrió con el asunto del “copelas o cuello” del chino Zhenli Ye Gon, cuando contó que fue eso lo que le dijo Javier Lozano, secretario del Trabajo en el sexenio de Felipe Calderón en su intento por sobornarlo. En un país democrático y normal eso se hubiese investigado para descubrir si fue cierto o falso el intento de cohecho.

 

La hipocresía en la queja por el asilo a Morales llega al grado de incitar a que se lleve a cabo un golpe de Estado contra AMLO. México no está polarizado por el asilo a Evo Morales, el país está siendo usado por una sarta de encubridores de la corrupción y abuso del poder para buscar que todo regrese a su normalidad, la del robo al erario.

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