¿Qué hubiésemos ganado con un discurso papista del papa?

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

¿Qué hubiésemos ganado con un discurso papista del papa?

Washington – Es lógico que en un país de desesperanza, corrupción e impunidad, la sociedad se sienta impotente, y en su desesperación ante un gobierno incapaz de resolver los problemas y las prioridades más elementales, busque por lo menos un desahogo en las plegarias y en la religión.

Se ha criticado al papa Francisco porque durante su visita a México no ha sido más enfático en denunciar la crisis de derechos humanos, en especial por el caso de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, desaparecidos en Iguala.

Se le recrimina por no romper la regla de oro de quedar bien con su anfitrión, en este caso el gobierno de Enrique Peña Nieto, que no haya condenado la práctica de la corrupción, el abuso de poder, la discriminación para con los indígenas y el tema tabú de la iglesia católica: la pederastia.

No quiero pecar de absolutista ni que me acusen de mocho, no soy ninguna de las dos cosas, pero, ¿qué hubiéramos ganado si el papa Francisco hubiese enarbolado la bandera de la desesperanza?

Dudo muchísimo que el gobierno de Peña por un regaño o exigencia del líder de la iglesia católica cambie su posición respecto a los normalistas de Ayotzinapa, que ordene meter a la cárcel a políticos corruptos –evitando escupir al cielo, claro-, o investigar a gobernadores por abuso de poder y de derechos humanos, comenzando por Javier Duarte, en Veracruz.

De la pederastia en México, ni hablar. El Papa no vino a darse de tiros a los pies. Francisco vino a rasgarse las vestiduras con el ayate de Juan Diego. Bueno, ¡si hasta Peña Nieto comulgo en la Basílica de Guadalupe!

Lo grave de la visista papal a México es que el Vaticano se prestó a los intereses populistas de la presidencia y sus aliados.

¿Qué carajos tenían que hacer los cantantes y actores -con la excepción de La Gaviota, por razones de intereses económicos y del amor- de Televisa en la ceremonia oficial de la llegada del sumo pontífice al país? No debería de sorprendernos nada de esto, ni siquiera el hecho de que Peña Nieto violó los decretos constitucionales de laicidad.

La presidencia, en complicidad con el Vaticano, organizó una visita papal para el espectáculo. No se si con la anuencia del mismo papa Francisco, preferiría pensar que no. Se ve buena onda el máximo prelado católico, che.

Dudar de las buenas intenciones del sumo pontífice respecto a los pobres, los indígenas y las víctimas de la criminalidad, sería como dudar que la Casa Blanca de las Lomas no es un arreglo entre Peña Nieto y el Grupo Higa, que se la construyó y traspaso.

Al papa argentino se le nota que encaja con las personas de bajos recursos, que las conoce y que las entiende. Ahora, el también es un Jefe de Estado y como tal se ha comportado para con sus anfitriones, que han sacado toda ventaja populista y política de él.

Cierto que para darle una cara bonita y echarle una mano de gato a todos los lugares que visito Francisco, sin recato alguno se echó mano de las arcas del erario. ¡Hasta el reclusorio de Ciudad Juárez se veía hospitalario! Créanme, las cárceles de las ciudades de la frontera norte, especialmente las juarenses, son de lo más horribles.

Pero así como el papa guardó y respetó las reglas protocolares de su visita al no hablar de los 43 normalistas de Ayotzinapa, de derechos humanos y de los sacerdotes pederastas, no debería asombrarnos que tampoco dijera nada del dinero de los mexicanos que desperdició el gobierno para darle una manita de gato a las ciudades y lugares que visitó.

El Vaticano es un palacio, Roma es una ciudad imperial y allá es donde vive Francisco y desde donde gobierna al catolicismo.

Nunca veremos a un papa, llámese como se llame, sea de donde sea, vivir en una habitación pobre como lo hacen los monjes, ni caminar por calles polvorientas y llenas de sangre y pobreza. ¡Ni lo mande dios, se ensuciaría la sotana blanca, como su alma!

Reitero, aun en el caso de que el papa Francisco hubiese exigido una investigación más a fondo sobre la desaparición de los 43 normalistas, el respeto pleno a los derechos humanos de los mexicanos pobres e indígenas, y la aprehensión de los políticos corruptos y de todos los narcotraficantes, secuestradores y asesinos, nada hubiera pasado más que llevarse los titulares de la prensa. ¡Vivimos en México! ¡No seamos más papistas que el mismo papa!

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