Tiempo de canallas

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El huracán que arrasó a los partidos opositores en julio de 2018, ese que redujo su presencia nacional a espacios prácticamente simbólicos, testimoniales, también provocó un vacío más profundo: el de figuras de verdadero contrapeso político y social.
Fue tan grande el agravio, la injuria contra una sociedad saqueada, burlada y engañada por más de 30 años de neoliberalismo voraz, que esa sociedad se cobró cada afrenta y cada oprobio con el voto de castigo más contundente de que se tenga memoria:
Le entregó el control político casi total, casi absoluto, a la otra cara de la moneda: al hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Cuando una sociedad no se pone de acuerdo sobre el rumbo que debe seguir, los resultados electorales suelen ser mixtos: mayorías simples, presidencias acotadas por la presencia de un congreso opositor, cogobiernos, equilibrio de las distintas fuerzas políticas representadas en los poderes, situaciones que obligan al diálogo y a la búsqueda de consenso: más o menos lo que vivimos en México entre 1994 y el año pasado.
Pero el mandato de las urnas en julio del '18 tomó por sorpresa a casi todos, porque fue una orden precisa y enfática: Andrés Manuel, la sociedad mexicana representada en las urnas te entrega todo el poder para que hagas todo aquello que prometiste hacer, casi sin necesidad de que busques alianzas. Así de claro.
Y ese vuelco, inesperado, sin precedentes, representa un escenario interesante.
Como hemos visto ya, ha sacado a flote un problema muy grave de nuestra realidad: la pequeñez opositora.
Más allá de un puñado de odiadores profesionales, gente que intenta mantener sus privilegios amenazados por los cambios, así como gente que se ha quedado a la vera de la transformación sin participar de la nueva fisionomía del gobierno mexicano, el país carece de personalidades respetables, dignas de reconocimiento y encomio, que puedan erigirse en líderes de una verdadera oposición.
Es un tiempo de canallas: ambiciosos vulgares que pretenden seguir medrando con la política; empresarios con intereses turbios y tergiversados; líderes sociales con más pasado que futuro; periodistas corruptos que claman por chayote; intelectuales que representan el pasado de contubernio y sumisión; activistas de la transa y la mentira.
Casi todos ellos, casi todas ellas, partícipes activos del viejo modelo, beneficiarios groseros del régimen derrotado.
Es lo que hay.
Un tiempo de canallas, dónde las propuestas no existen, sólo el golpeteo. Un tiempo de canallas dónde los intereses están en lo individual, lo grupal y no lo colectivo. Un tiempo en el que la diatriba fácil sustituye a la reflexión serena y justa, necesaria, urgente.
Se ha dicho en este espacio en otros momentos. Es necesaria la construcción de nuevas figuras de contrapeso social, pero ajenas a los viejos grupos de poder.
Figuras que representen la voz de millones de personas que no coinciden con el gobierno actual, pero que no pretendan devolvernos a la tragedia precedente, a lo que dejamos atrás.
Buscarlas en las universidades, en los centros de trabajo, en las asociaciones no corporativas, en el trabajo de calle y campo, en las arenas públicas no condicionadas ni controladas por los mismos de siempre: sangre nueva, sangre fresca, sangre limpia de mexicanas y mexicanos de bien que sean una apuesta plural que nos represente a todos.
Buscarlas, consolidarlas, exigirles seriedad, ideas renovadas, congruencia, compromiso verdadero y sensatez es nuestra tarea inmediata, es nuestro desafío y apuesta para bien de todos y de todas. Para bien de México.
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