Como gatos panza arriba

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

Como gatos panza arriba

 

Washington – No pretendo perder el tiempo de nadie repitiendo la lista de los “periodistas”, “columnistas”, “articulistas”, “opinadores”, dueños de sitios de internet y medios de comunicación que Enrique Peña Nieto convirtió en millonarios a costa de los impuestos de los mexicanos.

Al selecto grupo de informadores que domesticó Peña Nieto a base de millones de pesos se le debe culpar del profundo despilfarro, el abuso de poder y la corrupción del gobierno pasado porque es corresponsable de ello.

En la lista de acreedores de “publicidad oficial” no encontré un sólo nombre o razón social que me sorprendiera. Son los mismos de siempre. Esos de quienes ya sospechábamos por su complicidad en solapar lo que todos los mexicanos vomitaban. El estilo de vida de estos informadores y sus reportes eran evidencia de que recibían dinero del erario a cambio de sus servicios al poder. Esos privilegiados ahora como gatos panza arriba se defienden, se sienten heridos, deshonrados en su compromiso con la sociedad porque se autoproclaman imparciales en su trabajo.

De plano, algunos de ellos no tienen un mínimo de respeto ni a sí mismos ni a la sociedad. Tenemos memoria histórica, señores y señoras.

Todo el mundo tiene derecho a tomar partido, de eso se trata en una democracia, pero como reporteros debemos ser apartidistas y la objetividad e imparcialidad es y tiene que ser nuestro credo.

Estos que han sido expuestos por el enriquecimiento con dinero del pueblo por su servicio a Peña Nieto se dicen perseguidos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. ¡Qué defensa tan jodida!, de verdad.

La imparcialidad en el periodismo obliga a cuestionar al gobierno y a los funcionarios públicos para obligarlos a cumplir con la rendición de cuentas al país, a nivel federal, estatal, municipal y local, a todos sin excepción.

Con repugnancia recuerdo cómo algunos colegas veían con asco que se le cuestionara a Luis Videgaray Caso, el eterno aprendiz de canciller en la última etapa de Peña Nieto, que no diera conferencias de prensa, recordándole que viajar a Washington con todo un séquito de ayudantes era un gasto innecesario con dinero del erario. Esos reporteros se dedicaban a propagar fotografías en redes sociales del aprendiz de Secretario de Relaciones Exteriores caminando en las calles de Washington al lado del arrogante Jared Kushner, yerno de Donald Trump. Esos informadores daban la impresión de estar fungiendo como publirrelacionistas de Videgaray.

Ahora, más sorprendente es que esos mismos fotógrafos del eterno aprendiz se autoproclamen enemigos del gobierno de AMLO. ¿Por qué enemigos? ¿No que eran reporteros?

Regresando a la lista de los privilegiados, algunos de ellos argumentan que hicieron contratos con el gobierno por publicidad oficial, metáfora que utilizan para no llamar por su nombre al "chayo", que los transformó en informadores millonarios a modo.

En mis ya casi 31 años como corresponsal mexicano en Washington, algo he aprendido de la prensa de los Estados Unidos. Los medios en ese país se mantienen de la publicidad. Publicidad estoy diciendo, y jamás, como en el caso de los grandes diarios, The New York Times, The Wall Street Journal y The Washington Post, ese dinero que reciben y con el que se mantienen a flote influye un ápice en su línea editorial.

Otra cosa que admiro de estos medios que menciono. Si en Estados Unidos apareciera una lista de reporteros como la que se dio a conocer en México, créanme que todos esos privilegiados quedarían vetados de por vida. Por dignidad, ni se atreverían a defenderse; con el rabo entre las patas desaparecerían en silencio, punto. Me limito a dos casos: Judith Miller y Jayson Blair, ambos ex reporteros de The New York Times.

AMLO se equivoca al calificar como fifís o conservadores a los medios y a los reporteros que no comulgan con él. Cuando lo hace, me parece que se homologa a Donald Trump, quien con su palabra, sólo con eso, tilda de fake news los reportajes que exponen sus fechorías y mentiras.

Claro que AMLO está en su derecho de hacerlo, lo mismo que Trump, siempre y cuando fueran ciudadanos comunes y corrientes. Son presidentes y esa investidura les queda grande cuando se presentan como intolerantes a la crítica de los medios de comunicación.

José López Portillo dejó escuela. Él nunca pagó a la prensa para que le pegaran. ¿Para qué creen que pagaba Peña Nieto con millonarios contratos de publicidad gubernamental?

Reitero, subrayo y enfatizo: en una nación auténticamente democrática, frente a un escándalo como el de nuestros reporteros "chayoteros", por dignidad y respeto a la ciudadanía a la que el Estado le robó dinero para hacerlos millonarios, ninguno de los beneficiados volvería siquiera a dar la cara.

 

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