A la cuarta le truena la segunda (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas
Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

A la cuarta le truena la segunda

 

Es posible que el mayor éxito del gobierno de Andrés Manuel López Obrador sea, hasta el momento, el posicionamiento de su propuesta política para los próximos seis años. La llamada Cuarta Transformación (4T) es el concepto que articula la propuesta política de AMLO, y aún más, de entrada y por antonomasia, se sitúa en una perspectiva histórica heredera de las luchas que las fuerzas democráticas emprendieron en el país a lo largo de los últimos dos siglos. Afirmar que estamos en la 4T es una apuesta muy elevada: para algunos puede parecer sumamente arrogante asumir un compromiso de tal envergadura, para otros es una realidad en proceso de consolidación, pero lo cierto es que como concepto y proyecto político la 4T ha logrado generar fuerza popular (que le permitió ganar holgadamente la elección con 30 millones de votos), arraigo de masas, simpatía en diferentes clases sociales e incluso prestigio internacional. Solamente el tiempo dirá si la 4T cumplió cabalmente o no con su ambicioso cometido: la separación del poder económico del poder político y la eliminación de la corrupción.

Lo cierto es que la 4T ha tenido el suficiente impulso para ganar la elección (aunque a decir verdad la caballada estaba famélica) y lograr que los primeros cien días de gobierno de AMLO hayan transcurrido con índices de aprobación excepcionales: 80% o más de la población aprueba su gestión (las acciones contra el huachicoleo fueron decisivas para disparar la popularidad de AMLO en las encuestas). Ahora bien, los altos índices de aprobación popular son fundamentales, sin duda, pero no necesariamente implican que las metas de la 4T se cumplan. En mi opinión comenzamos a observar que, como a los autos de cierta edad, a la 4T le truena la segunda, es decir, acusa síntomas de que algo no está bien, que no funciona como debería, que con dificultades y no sin traqueteos, logrará cumplir algunos de los objetivos que se ha fijado, y muchos otros no. Si a la 4T le truena la segunda es por la composición misma de su liderazgo y de la “organización" que la propulsa: AMLO y Morena son, a mi entender, los factores que irónicamente hacen que a la 4T le truenen las velocidades.

La 4T está identificada claramente con el presidente López Obrador y en esto reside su mayor fuerza y, paradójicamente, también su mayor debilidad: el poder unipersonal de AMLO es evidente e indiscutible, pero cuestionable por cuanto tiende a debilitar la vida institucional, e incluso peligroso, si consideramos que muchas de las convicciones ideológicas de AMLO son profundamente retrógradas. Por dar un ejemplo reciente: el aborto, tema que AMLO elude e incluso se atreve a proponer someterlo a una “consulta”, obviando los convenios internacionales firmados por México y dando la espalda a décadas de lucha de las mujeres en México. Si un movimiento ha llevado aire fresco a la arena política en nuestro país (y en el mundo) y ha empoderado a las mujeres, ha sido el feminismo, por lo que no se puede gobernar ignorando las conquistas de las feministas y sus organizaciones. Y sin feminismo simple y sencillamente no puede haber 4T.

Una situación similar ocurre con las convicciones desarrollistas de AMLO y de buena parte de su equipo, que en los hechos van en contrasentido de otro de los movimientos sociales de enorme importancia en México y el mundo: el ambientalismo. Las luchas de las y los ambientalistas, particularmente en defensa del territorio y por la construcción de modelos alternativos al desarrollo capitalista, han sido de enorme relevancia para la construcción de la maltrecha democracia mexicana, por lo que desoír sus críticas y dejar de lado sus propuestas significa abandonar sus reivindicaciones, arriar sus banderas, dar uno o muchos pasos en reversa. En esta tesitura, insistir en la construcción del tren maya pese a su innegable impacto ambiental, u obstinarse en instalar la planta de Nestlé en Veracruz, por dar un par de ejemplos, significa dar la espalda a muchos años (y muchas vidas) de lucha ambientalista en el país. Y sin la lucha ambientalista no puede haber 4T.

A la 4T le truena la segunda por privilegiar los acuerdos electoreros de las cúpulas antes que las demandas de los muchos movimientos y proyectos sociales aglutinados -que no articulados- en Morena. El partido hoy en el poder ha privilegiado alianzas de coyuntura que se traducen en votos (y a veces ni en eso) o en relativos márgenes de gobernabilidad en escenarios locales (municipales, estatales), antes que dar salida a la agenda y las demandas de organizaciones de luchadores y luchadoras sociales con formación política, experiencia, trabajo de base, etc.

Para decirlo rápido: Morena ha preferido pactar con organizaciones profundamente corruptas y camaleónicas (CROC, CTM, entre otras) y con grupos de poder locales, antes que atender la agenda de organizaciones de izquierda y grupos de la sociedad civil. Tal es la experiencia de Xalapa, primera capital gobernada por Morena, donde se ha dado prioridad a la alianza con la CROC, antes que trabajar en la recuperación de la ciudad a partir del apoyo de organizaciones y ciudadanos identificados con las banderas de la izquierda. Las evidencias están a ojos vista. Pregunto: ¿es posible la 4T con la CROC como “motor de cambio”? A eso me refiero: a la 4T le truenan las velocidades.

Morena es un amasijo en el que confluyen activistas de enorme experiencia, trayectoria y formación, a la par de oportunistas de toda laya, simuladores de tiempo exclusivo, fantoches con aspiraciones depositadas en la próxima elección. Una buena parte de los chairos nos identificamos con Morena, pero no todas, no todos.

Ni todos los morenos son de izquierda, ni toda la izquierda está en Morena. Ni todos los y las chairos estamos dispuestos a ser parte de esta 4T, a la que le crujen las velocidades, sin ajustar la maquinaria a medio camino y en marcha. No así, no olvidando las luchas de miles de compañeros y compañeras que a lo largo de los años han contribuido a la democracia en México. Los conozco bien y muchos son mis amigos, mis amigas: compas de línea de masas que no salieron de la línea 2 del metro, troskos de la cuarta internacional convertidos a duras penas a la 4T, espartacos sobrevivientes gracias al cobijo presupuestal, guevaristas con problemas de próstata y sin seguro popular, recios ex guerrillos que nunca dieron pensión alimenticia y ahora piden apoyo a sus nietos, militantes de una izquierda derrotada en sus “logros” pero invicta en su convicción, en su terquedad y su memoria. Sin esta izquierda, la 4T es absolutamente imposible, de allí que le truenen las velocidades.

El ejercicio del poder exige la construcción de símbolos que delineen los marcos y las condiciones de gobernabilidad y en este ámbito, en el universo simbólico del poder, AMLO es un maestro. Ningún político en los últimos treinta años (o más) ha comprendido cabalmente el poder de los símbolos, y por ende ha construido los símbolos de su poder, como lo ha hecho el presidente López Obrador. Este manejo de los símbolos le ha permitido construir un enorme capital político que le da amplias posibilidades para sacar adelante sus propuestas de gobierno más importantes (como la Guardia Nacional, por dar un ejemplo). Sin embargo, los símbolos, sin sustancia que representar, se convierten en entelequias vacías de sentido.  La 4T es un símbolo de enorme poder, pero si no se le dota de sustancia, será solamente merengue. Sin las feministas, los ambientalistas y la izquierda sindical, campesina, estudiantil y popular, la 4T corre el riesgo de ser una efímera explosión con mucho humo, pero ningún alcance.

 

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Comentario 1
  • Julio Rosas Guadarrama

    De acuerdo el acercamiento a agrupaciones como CROC CTM
    asociaciones clientelares del PRI son un peligro. Tolerar entidades PRIANISTAS como INE y SCJN corruptas son un gran escollo a la 4T...la pueden reventar

    Responder
    12 marzo, 2019

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