El frontenis y la izquierda (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

El frontenis y la izquierda

 

En el frontenis la pared derecha no existe, en su lugar hay un enmallado que sirve para que los jugadores frenen su carrera y para proteger a los observadores de los pelotazos. El frontis (pared frontal), la pared lateral (izquierda) y el rebote (pared trasera) son los tres muros que delimitan el espacio de desplazamiento de los jugadores; si hacia la izquierda, el frente y la parte posterior el espacio está férreamente delimitado, hacia la derecha hay más posibilidades de movimiento, limitadas por supuesto por la malla que puede estar más o menos alejada de la línea que delimita la cancha. En pocas palabras, hacia la derecha hay mayores posibilidades de desplazamiento, siempre y cuando la pelota haya caído dentro del terreno de juego y siga viva.

En México el frontenis es un deporte con amplia aceptación popular. Seguramente hay varios miles de canchas y muchos más jugadores, por lo que el nivel de juego en el país es más que aceptable. En juego de parejas los contendientes se ubican en cancha corta (cerca al frontis) y en larga (cercana al rebote); jugar a la corta o a la larga requiere de similares capacidades, pero al mismo tiempo de habilidades diferentes: el jugador a la corta normalmente es más veloz y ágil en tanto que el jugador en cancha larga requiere de mayor potencia de golpe y visión de campo. Como en todo deporte de parejas o de conjunto, la estrategia y coordinación entre ambos jugadores son decisivos para el desempeño del equipo.

Algo parecido al frontenis ocurre con el espectro político mexicano reconocido como de izquierda: las posibilidades de moverse hacia la derecha son muy amplios, no así en la otra dirección puesto que las limitaciones son duras, estructurales. Hay jugadores hábiles en cancha corta, en tanto otros con más experiencia en el campo largo y muchos más advenedizos de reciente ingreso que ni siquiera conocen los rudimentos del juego. Para decirlo rápido: no hay una izquierda, sino muchas, variopintas, diversas, contradictorias entre sí y en sí mismas. El problema es que cada jugador se ubica en un emplazamiento y desde allí no sólo interpreta el juego político, sino incluso se atreve a decir que ese es el único legítimo. Como si en el frontenis un jugador a la corta postulara que el suyo es el único juego posible, garante del triunfo y legítimo. O al revés, como si un jugador de cancha larga estableciera que solamente sus potentes golpes son los que conducen al triunfo y por ende, su posición es la mejor y la única que llevará al éxito. En el frontenis el jugador de corta y el de larga son igualmente necesarios y deben responder a una misma estrategia de juego.

La analogía con el frontenis me surgió de las discusiones entre partidarios de dos de las expresiones de la izquierda mexicana más significativas (que no las únicas), el EZLN y el MORENA. Qué bueno que el debate ocurra, pero si las descalificaciones y los calificativos dominan, las ideas escasamente circulan y las aportaciones a la transformación del país disminuyen, sino es que se anulan. En mi opinión es igualmente absurdo sostener que el origen del EZLN es el salinismo, como afirmar que MORENA es el enemigo. Da lo mismo decir que el EZLN es alfil del PRI, como señalar que MORENA es otro partido corrupto más. Afirmar que MORENA es una organización esencialmente conservadora y que el EZLN carece de potencial revolucionario, es lo mismo: consignas hechas que en nada abonan a la comprensión de ambas organizaciones y sobre todo, a la transformación del país.

Las diferencias entre el EZLN y MORENA son muy grandes y de todo tipo, pero hay una de raíz, esencial: el origen de cada una. La primera es una organización fundamentalmente indígena anclada en ciertos territorios de Chiapas, mientras que la otra tiene un carácter mestizo y prácticamente nacional. Esa diferencia, de entrada, marca todas las demás y determina sus respectivos proyectos políticos, sus alianzas, su interpretación y ejercicio del poder, sus perspectivas de la justicia, la autonomía, la educación popular, los “recursos” naturales, etc.

El zapatismo se reivindica como una organización anticapitalista, en tanto que MORENA se asume como un movimiento en contra del neoliberalismo que no obstante impulsa iniciativas afines a las trasnacionales (como la instalación de la Nestlé en Veracruz). Mientras MORENA ha logrado en muy breve tiempo sumar a sectores sociales antes refractarios al pensamiento social, el EZLN en veinticinco ha sido incapaz de echar raíces en otras partes de México. El (neo)zapatismo es un movimiento claramente decolonial, en tanto el morenismo pareciera (al menos) que carece de una posición clara y definida al respecto. El (neo)zapatismo ha logrado importantes niveles de autonomía de miles de indígenas en Chiapas, mientras que MORENA poco –o nada- apuesta a tal finalidad. El (neo)zapatismo ha logrado, en escenarios de total adversidad y con la muerte acechando, construir comunidades autónomas con muy sólidos sistemas de educación, salud, comunicación, justicia… que, sin embargo, quizás difícilmente puedan ser replicados en otros contextos.

Mientras que la apuesta del MORENA ha sido por la vía electoral, el EZ ha encauzado su lucha por vías ajenas al sufragio, si bien tampoco su ruta ha sido la de las armas (salvo en los primeros días de 1994). El poder político del EZ es muy amplio, pero insuficiente para fracturar al bloque dominante desde hace treinta o más años. Ambas organizaciones, el MORENA y el EZLN, expresan buena parte del debate en la izquierda mexicana de los últimos 50-60 años sobre temas bien específicos: el debate sobre la vía electoral o la insurreccional (o ambas y cómo); el debate sobre el carácter del capitalismo, su ¿fin? y la sociedad poscapitalista; la discusión en torno a la política de alianzas y en particular sobre el capital ¿nacional?; el debate en torno al desarrollo y las alternativas al desarrollo. En fin, los temas de análisis y discusión abundan y mal haríamos en obviarlos, por el contrario, lejos de enfatizar las discrepancias es necesario identificar las complementariedades con la intención de potenciarlas.

Si del lado del EZ el sectarismo ha sido una loza, en el de MORENA el oportunismo es un fardo. Si el EZ ha consolidado comunidades autónomas en territorios indígenas, el MORENA ha logrado importantes triunfos pese a los fraudes electorales. Ni blanco ni negro, ni buenos ni malos.

Quizás el mayor reto de las izquierdas mexicanas no es ya sobrevivir, sino asumir sus múltiples conquistas y sobre todo, trazar el país posible de construir. Como en el frontenis, es imposible ganar si no se cuenta con una estrategia de juego que permita a quien ocupa el espacio corto (MORENA) articularse con quien juega en lo profundo (EZLN). La eficacia del MORENA es necesaria para que la utopía zapatista perviva. Y viceversa.

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