Indiferencia al olor a muerte

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Indiferencia al olor a muerte

Washington – Como en aquellos años, 2008, 9 y 10; durante la efervescencia del Sexenio de la Muerte de Felipe Calderón, otra vez la indiferencia al olor a muerte que contamina a casi todo el país.

En la agonía del gobierno de la corrupción de Enrique Peña Nieto que se encumbró en Los Pinos con la promesa de reducir la cifras de la violencia y asesinatos que heredó de Calderón, los homicidios son el común denominador de la inseguridad nacional.

Hace unos días volví a recorrer una parte de la frontera norte y me encontré con lo que hace 10 años por lo menos, colocó a México en el epicentro de la violencia y el peligro del planeta.

Las estadísticas del número de homicidios cometidos en los últimos dos años son aterradoras y ofensivas para la sociedad del norte que vive a unos cuantos metros de distancia de la frontera sur de Estados Unidos, donde se asientan ciudades y poblaciones altamente seguras.

Hacía tiempo que el ambiente de desolación fronterizo no me enchinaba la piel por tanta muerte. ¿Qué nos ocurrió, qué nos sigue pasando que nos hace indolentes a la fatalidad?

La corrupción y la impunidad nos acostumbraron a los muertos, eso lo sé y duele aceptarlo, pero ¿qué hacer?

La pólvora y la criminalidad impuso su ley en las calles de los barrios y colonias por la complicidad de las autoridades y de las agencias policiales y como desahuciados los mexicanos dudan que, con Andrés Manuel López Obrador se termine el infierno.

Con el próximo gobierno no se ventila un antídoto alternativo, en forma ofrece la misma estrategia que arrastró al país a la desolación.

Los grupos criminales tienen muy bien medidos a los soldados, a los marinos, a los policías federales, estatales y municipales. El narcotráfico, que es cierto, es en gran parte culpable del horror, es un negocio rentable y quienes lo integran están contentos del statu quo.

Esa diversificación del narcotráfico en otros crímenes y delitos tiene bajo su yugo a todas las autoridades.

Al igual que en la región fronteriza del norte de México la criminalidad crece como un cáncer por toda la nación. Son de pavor los números de asesinatos, secuestros, extorsiones, ataque a mano armada y asaltos que se cometen todos los días sin que pase absolutamente nada para solucionar el caos.

Este sexenio de Peña Nieto fue una apología en este sentido al de la Muerte de Calderón y, da pánico pensar que el de López Obrador lo pretende homologar con una estrategia probadamente fallida.

Aunque parezca exageración no exagero al decir que la frontera norte huele a la maldita indiferencia por la muerte. Es más, no hace falta viajar a las faldas que colindan con Estados Unidos para comprobarlo, hagan la prueba; pregunten en las calles de sus colonias y barrios. El resultado es aterrador y ofensivo; se los advertí.

 

 

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