El olvido que nos acostumbró a los muertos

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

 

 

El olvido que nos acostumbró a los muertos

 

Washington – La escena que atestigüé en 2010 en Ciudad Juárez nunca lograré olvidarla; los cuerpos sin vida de tres adolescentes tirados sobre la banqueta y cada uno con el tiro de gracia en la cabeza.

La policía municipal acordonó la cuadra donde ocurrió la ejecución.

Las madres de dos de los jóvenes a quienes los uniformados no dejaban acercarse a sus hijos lloraban desesperadas e impotentes. “¿Por qué, dios mío, por qué?”, hincada a mitad de la calle reclamaba una de las madres.

A menos de 50 metros del lugar de la ejecución, una decena de niños jugaba fútbol sin inmutarse por el dolor ajeno ni la sangre.

Los “güercos” ya habían visto a los muertos cuando escucharon los disparos del “cuerno” y observaron a los tipos que los ejecutaron huir del lugar sin prisa a bordo de una troca; con eso calmaron la curiosidad.

Mientras varios colegas intentaban obtener información del policía que estaba a cargo del caso y de parte de algunos testigos, me acerqué a uno de los imberbes futbolistas.

¿Conocías a los muchachos que mataron?

- Sí, ¿por qué?

- ¿Quiénes eran?

- Unos batos del barrio, movidos.

- ¿No te da miedo?

- ¿Qué, que los hayan matado? No, antier mataron a otros en esta misma calle. Pasa casi todos los días.

Eran los momentos álgidos de la guerra contra el narcotráfico que lanzó el Sexenio de la Muerte de Felipe Calderón.

La naturalidad con la que respondió a mis cuestionamientos ese niño me quebró la dignidad. ¡Los mexicanos ya estábamos acostumbrados a los muertos y a la violencia!

- ¿Sabes quiénes mataron a los muchachos?, le insistí al pequeño futbolista que ya para entonces estaba rodeado de sus amigos cuando descubrieron que hablaba con él.

- No, pero no los van a agarrar, los policías también son movidos.

La impunidad y olvido de las autoridades a tantos miles de casos de asesinatos, ejecuciones, secuestros, feminicidios y toda la lista de crímenes y delitos que integran a las violaciones de derechos humanos cometidos en la guerra contra el narcotráfico, nos acostumbró a la tragedia, a los muertos; pues.

Perdonar podría ser sinónimo de nobleza, olvidar no.

¿Cómo una madre puede olvidar a su hijo ejecutado, a su hija secuestrada o desaparecida?

Las madres pueden perdonar, nunca olvidar, porque en México no existe la justicia, no para los pobres que son la mayoría  quienes han sufrido las peores vejaciones humanas por la guerra contra el narcotráfico de Calderón que acabó de descomponer al país.

No podemos y no debemos olvidar, perdonar tal vez a quienes han sido víctimas de victimarios que los obligan por cualquier motivo a convertirse en criminales.

Imposible acoger en una amnistía generalizada a los responsables del asesinato de cientos o miles de personas. Es injusto para las madres de decenas de miles de nuestros muertos. No soportarían que se borre el caso de sus hijos por decreto gubernamental.

¿Exageración?, no, no lo es.

Hay casos que es mejor no describirlos más que como ficción.

El periodismo debe contribuir a que no olvidemos al civismo y a no acostumbrarnos a los muertos.

El hecho de que a un niño de 8 o 10 años no lo conmuevan tres adolescentes ejecutados es una aberración de la realidad que vive México gracias al olvido de las autoridades de cumplir con sus responsabilidades. Pregunten a una madre si olvidaría al asesino de su hija o hijo y al funcionario responsable de que el caso esté archivado en un ministerio público. Al criminal tal vez lo perdone siempre y cuando no se olviden las autoridades que debe ser castigado por la ley.

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Comentario 1
  • Bisharu

    Muy buen artículo Jesús y muy cierto, gracias por tu lucidez y compromiso con la ética periodística y humana. Toda la razón a preservar la memoria y exigir justicia pero con dignidad. Un abrazo

    Responder
    15 agosto, 2018

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