El segundo debate: activos, pasivos y expectativas (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

El segundo debate: activos, pasivos y expectativas

Inicio este texto a unas cuatro horas de dar inicio el segundo debate presidencial. A estas horas los titulares de los diarios y los portales digitales seguramente ya están escritos dando por ganador al candidato de sus preferencias o al que por los convenios con los medios están obligados a ensalzar. Es más, es altamente probable que los resultados del movimiento de las preferencias electorales ya estén graficados por lo que el debate en sí será un mero trámite para ver después del fútbol.

Los candidatos (sin candidata) arriban al segundo debate rumbo a la elección del 1º de julio con activos y pasivos, para decirlo en términos contables. José Antonio Meade llega al segundo debate con la estructura del PRI como su principal activo, particularmente los gobernadores afines y el propio gobierno federal operando -ilegalmente y sin pudor- a su favor. No es un activo menor puesto que la derrama de recursos hacia zonas electorales bajo su control es ingente y seguramente le reportará cuantiosos votos a su favor. Sin embargo, los pasivos que arrastra son brutales, inocultables y ominosos: es el PRI y la devastación que ha dejado a su paso en todos los ámbitos de gobierno. El peor gobierno en la historia moderna de México, el de Peña Nieto, no es un pasivo fácil de sortear ni siquiera a través de la compra y coacción del voto: los votos que podría obtener mediante este corrupto mecanismo, los pierde por otra parte por las mismas razones. Asimismo, otro pasivo inocultable es la renuncia fáctica a la marca PRI y a elegir a un candidato de entre sus propias filas. Supongo que en el debate Meade jugará en tres pistas: en primer lugar pegando al puntero (AMLO), en segundo lugar pegando a Ricardo Anaya con quien pelea el segundo lugar y en tercer lugar intentando posicionarse como una opción viable y diferente al PRI de todos los tiempos. Por si no fuera poco el lastre que arrastra, debe cargar con los exabruptos de su equipo cercano, particularmente con los desatinos de Javier Lozano.

Ricardo Anaya llega al segundo debate con activos muy consistentes como el voto conservador, el voto duro del PAN y el de ciertos sectores empresariales, pero con muchos otros efímeros y hasta evanescentes, como el voto anti AMLO. Buena parte de este voto anti López Obrador se ha alineado con Meade, como el del Senador Ernesto Cordero cuyo apoyo al (no)priista representa un mazazo en contra de Anaya. Los gobernadores de extracción panista deberían ser un activo más de Ricardo Anaya pero la forma en que desplazó a la candidata preferida por ese partido, Margarita Zavala, hace que en los hechos los gobernadores azules escamoteen su apoyo, o lo brinden a muy altos precios políticos.

Por otra parte, los pasivos de Anaya son densos, inocultables e insuperables: oportunista, marrullero, mentiroso y arrogante son los menos dañinos, corrupto y lavador de dinero son los que más pesan. El reportaje del domingo 20 de mayo de la revista Proceso permite atisbar a la turbiedad de las finanzas del candidato, tema que es una loza pesadísima que habrá de lastrar el resto de su campaña: “Los turbios ingresos de los Anaya” (https://www.proceso.com.mx/535017/los-turbios-ingresos-de-los-anaya). Es previsible que Anaya salga al debate a golpear a AMLO pero sobre todo a Meade, con afán de consolidarse en el segundo lugar en las encuestas. Paradójicamente, el ánimo rijoso lo puede ubicar en el segundo lugar, pero al mismo tiempo alejarlo del primero habida cuenta la ratificación de la hipótesis del Peje en torno a la “mafia del poder”.

Quién arriba con más activos es Andrés Manuel López Obrador, no sólo por los números reportados en las encuestas sino también por los miles de kilómetros recorridos durante la campaña y el entusiasmo suscitado en cada plaza que visita. Su coordinadora de campaña, Tatiana Clouhtier, es otro de sus activos más importantes por su frescura, brillantez y sentido del humor. Los pasivos que arrastra son sin duda los personajes de dudosa reputación que se han incorporado a su proyecto, pero que hasta el momento no han pesado decisivamente en su campaña. Tampoco la guerra sucia ha hecho mella en él, por el contrario, lo ha fortalecido.

En el primer debate AMLO se limitó a eludir los incisivos ataques de los otros candidatos y a nadar de muertito, estrategia que a todas luces le funcionó puesto que no descendió en las preferencias electorales. Sin embargo, para este segundo debate se esperaría mucho más de él con miras a consolidar una ventaja que sería prácticamente definitiva. Si acude al debate a cuidar su ventaja con ánimo escurridizo es posible que pierda valiosos puntos, pero si responde a los ataques pendencieramente también; lo suyo debería ser mostrarse como un estadista, puede hacerlo, tiene con qué.

El Bronco, Jaime Rodríguez, arriba consigo mismo como su principal pasivo y lo jocoso y hasta hilarante de sus propuestas como algo parecido a un activo electoral. Personaje esperpéntico, seguramente acudirá al debate a soltar ocurrencias, gracejadas y propuestas rayanas en el fascismo.

Concluyo este texto después del debate. Apunto las primeras impresiones, a bote pronto para decirlo en términos futboleros.

La primera observación es que todos, sin excepción, quedaron a deber. La política exterior mexicana, de larga y brillante trayectoria, estuvo ausente en el debate. México en el mundo no se vio, ni se mencionó aunque sea de pasada a la otra frontera, la del sur. Como si la política exterior del país estuviera a expensas de los Estados Unidos y el humor de Trump, las referencias a organismos multilaterales fueron vagas, las posibles alianzas con otros bloques económicos no se mencionaron y la relación con otras potencias (Europa y particularmente China) no mereció ni un comentario al calce. Preocupados más en socavar la delantera de López Obrador, tanto Meade como Anaya dilapidaron su tiempo sin lograr apuntalar ninguna propuesta memorable. ¿Recuerda usted alguna propuesta de alguno de ellos? AMLO, por su parte, también desaprovechó la ocasión puesto que en lugar de mostrarse como un estadista ducho en temas internacionales insistió en su muy conocida retórica del crecimiento interno impedido por la mafia del poder. Su propuesta de la “alianza para el progreso” (mismo nombre de una política depredadora de los EU hacia Latinoamérica en los años sesenta) es interesante puesto que implica una mirada regional hacia Centroamérica, pero no la detalló más y no por falta de tiempo.

Y el Bronco, bueno, pues es el Bronco: intrascendente.

Quizás quién más quedó a deber fue José Antonio Meade toda vez que fue Secretario de Relaciones Exteriores y uno supondría que estaría mejor preparado y con mayor conocimiento en la materia, sin embargo no fue así: ninguna propuesta memorable, ninguna idea original. Nada, la misma grisura demostrada a lo largo de toda su campaña. Su momento más ruin fue al acusar a Nestora Salgado de secuestradora, cuando un juez la exoneró luego de tres años de injusta prisión. Meade sacó al cobarde priista que lleva adentro.

Pero si hay un perdedor en el debate ese fue Ricardo Anaya. Impostado, tieso como muñequito de pastel, sonrisa-mueca perenne, quiso mostrarse muy dominante desde el inicio al aproximarse con afán intimidatorio a López Obrador, quien se lo quitó de encima con la frase más recordada del debate “voy a cuidar mi cartera”. A partir de ese momento Anaya no volvió a aproximarse al Peje y se perdió en el debate. López Obrador troleó a Anaya duro y seco, sin miramientos le atizó en su cara: eres un mentiroso. Lo de Ricky Riquín canallín fue la cereza del pastel.

Considero que los debates deben analizarse a la luz de los activos y los pasivos electorales de cada candidato. Habría que analizar si después del debate los activos se mantuvieron o crecieron, si los pasivos se redujeron, si los activos perdidos de uno fueron a dar a otro candidato, etc. Este análisis seguramente se hará con todo detalle en los días por venir, pero podemos adelantar algunas hipótesis.

Es altamente previsible que AMLO no sólo no pierda puntos en las encuestas, sino que inclusive gane uno o dos. Posiblemente Meade ocupe en definitiva el segundo lugar, Anaya se hunda un par de puntos y El Bronco repunte algunas décimas en el sótano.

En sentido estricto el debate no se gana ni se pierde, sólo se trolea.

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Comentario 1
  • Sergio

    Así es y en todos los países y el mismo Churchill se quejaba! Pero pues ni modo, es lo que hay y a votar x el menos peor. Y sí , el debate en un formato muy apretado y sobre todo diseñado para joder al puntero Amlo.

    Responder
    22 mayo, 2018

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