El otro lado del miedo (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

El otro lado del miedo

El primer acto político que tenemos que hacer ahora es elegir el amor frente al miedo

Guillermo del Toro

Hay que ser sumamente perverso y extremadamente cínico para después de doce años de terror (sexenios de Calderón y de Peña) invocar al miedo como estrategia central de las campañas electorales de Anaya y Meade en contra de López Obrador. Y también hay que ser inmensamente torvo e ignorante inveterado para suponer que esas campañas, esa “guerra sucia”, tendrá el mismo efecto que hace seis, que hace doce años. Como si el tiempo se hubiese detenido, como si México fuera el mismo que en 2006, los propagandistas del miedo agitan espantajos que palidecen ante la contundencia del desastre nacional: más de 200 mil muertos, más de 40 mil desaparecidos, cientos de miles de desplazados, mínimo sino es que nulo crecimiento económico, devaluación del peso frente al dólar, inflación creciente, el sistema de salud colapsado, el sistema educativo (con todo y su “reforma”) fracasado, la impartición de justicia inexistente, la corrupción rampante, la impunidad oronda. El balance de los doce últimos años (dieciocho si incluimos al del decepcionante Vicente Fox) es negativo, incluso para los más optimistas matraqueros y aduladores.

El recuento de los daños de los dos últimos sexenios (el del “empleo” y el que “movió” a México) no deja lugar a dudas: el miedo se instaló a vivir en México. Más allá de las distancias geográficas y las diferencias culturales, incluso más allá de las clases sociales y las creencias religiosas, el lugar común en todo el país, la presencia más extendida, consistente y ominosa, es el miedo. No se trata solamente de una emoción abstracta y desenraizada, al ser producido desde y a través de las instituciones el miedo tiene forma, cuerpo, olor y textura.

Como lo he escrito anteriormente en este mismo espacio, hay una producción institucional del miedo que tiene un objetivo eminentemente político: debilitar los lazos sociales, fracturar el tejido colectivo, romper los movimientos sociales, destruir todo intento de solidaridad y aislar al individuo. Quizás la reforma educativa sea el mejor ejemplo de producción institucional del miedo en México puesto que fue a través de éste que se pretendió imponerla a rajatabla: evaluación -descontextualizada e individualizada- o despido, fue la consigna.

El sociólogo alemán (de origen surcoreano) Byung Chull Han señala que “hoy vivimos en un sistema que elimina estructuras estables en el tiempo. (…) Esta política temporal neoliberal genera miedo e inseguridad, y el neoliberalismo individualiza al hombre convirtiéndolo en un aislado empresario de sí mismo. La individualización que acompaña a la pérdida de solidaridad y a la competencia total provoca miedo”. En esta tesitura, podemos afirmar que el miedo es una emoción necesaria al capitalismo neoliberal: el “éxito” o el “fracaso” son el resultado del esfuerzo del individuo, de su capacidad de gestión, de su asertividad, de su disponibilidad a la corrupción al alero de la premisa “el que no tranza, no avanza”.

El “fin de la historia” que anunciaba Francis Fukuyama, significa el desanclaje del individuo a su origen, a las estructuras sociales que lo determinan, a su condición de clase, etnia o género, a las genealogías que le anteceden. No hay historia, solamente un individuo abstracto, aislado, solitario y esencialmente narcisista. Un hombre o mujer en tales condiciones está irremisiblemente condenado(a) al sufrimiento puesto que su “rendimiento” nunca será suficiente, nunca estará a la altura de sus (crecientes) expectativas, pese a dar el “110%”. Tal individuo en un escenario de estado fallido (y corrupto) deviene en sicario: ejecutivo o funcionario bien vestido de traje y corbata, o asesino a sueldo. Sicarios –y sicarias- hay muchos y de todo tipo.

La elección es entre el amor y el miedo, como bien lo dice el ganador del Oscar, Guillermo del Toro, en el epígrafe que abre esta columna. Y se trata de una elección política que pasa por supuesto por las votaciones el 1º de julio pero va mucho más allá puesto que se hace en el orden de la vida cotidiana, en el día a día, en las rutinas que nos (des)estructuran y dan sentido a nuestras vidas. En gran medida la política es el espacio de reproducción de nuestra vida cotidiana, lo que significa que cada elección en este orden es de suyo política, aunque no nos percatemos de ello. O no queramos asumirla como tal. Miedo o amor, es la disyuntiva (política) que atraviesa nuestras vidas.

De allí que resulte sorprendente –por decir lo menos- que las campañas electorales de Meade y Anaya (sin exceptuar a Margarita ni al Bronco) hayan elegido el miedo como principal dispositivo político para mermar la amplia aceptación de AMLO. Carentes de proyecto de país, vacíos de perspectiva histórica y ajenos a la mayoría de la población, acuden a su único recurso de poder: el miedo.

Después de doce años de vivir con el miedo acurrucado al lado de la almohada, eligen el miedo como eje de sus campañas; después de doce años de ver los cadáveres desangrarse en las banquetas, hacen del miedo su opción de vida; después de doce años de esperar una señal de vida de nuestros desparecidos, deciden que el miedo ocupe el lugar del ausente; después de doce años de promesas incumplidas (¿recuerdan el eslogan de Peña “te lo firmo y te lo cumplo”?), proponen el miedo como plataforma de gobierno; después de doce años de derrotas constantes ante el crimen organizado (y el desorganizado), despliegan su estrategia de más miedo; después de doce años de mísero desarrollo económico, plantean que el miedo de los inversionistas puede traer desastrosas consecuencias; después de doce años de impunidad, pretenden que el miedo haga justicia por miedo propio; después de doce años de robar, violar y masacrar, aspiran a que el miedo les permita otros seis años de robos, violaciones y masacres.

Frente a la producción institucional del miedo, millones de mexicanas y mexicanos optamos por la subversión organizada desde abajo, en colectivo, desmadrosa, inteligente, solidaria, sensual y decididamente amorosa. ¡Ya fue mucho pinche miedo en este país! Es tiempo de dar la vuelta a la historia, es tiempo de dar la vuelta a nuestras pequeñas y grandes historias cotidianas…

A Contracorriente - El Fantasma de Lombardo Toledano - 30/04/2018
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