J. Jesús Esquivel
Corresponsal de la revista Proceso en Washington
@JJesusEsquivel
Gran error
Washington – Ponerse a la defensiva para no caer en provocaciones es una táctica de corto plazo que no rinde los frutos esperados y menos en un acto televisivo donde la percepción y la imagen pueden tener un efecto determinante en el televidente y eventual votante.
En el primer debate Andrés Manuel López Obrador perdió una gran oportunidad para afianzar su candidatura y liderazgo en las tendencias de la preferencia electoral. Soberbio y sobrado en ocasiones, al dar por hecho que será el próximo presidente de México, quería que los demás debatientes se destrozaran entre ellos y en un par de ocasiones fue así.
Ricardo Anaya, el candidato del Frente, hizo lo que en la lógica política era fundamental y natural, lanzarse con todo en contra del puntero, ignorar a los dos independientes y de cuando en cuando meterle un tapón al otro que técnicamente también está derrotado.
Mejor orador que López Obrador, articulado y ordenado, Anaya -así se vio, e insisto en que es lo que cuenta en un debate televisivo- estuvo mucho mejor que sus cuatro contrincantes. Aunque su victoria mediática creo que no le alcanzará para derrotar al líder y candidato de Morena, amén de que faltan otros dos debates y en la política no hay imposibles.
¿Por qué López Obrador no aprovechó la vulnerabilidad de José Antonio Meade, el candidato priista para colocar un clavo más a su ataúd electoral? Meade estaba de pechito cuando los tres moderadores abordaron el tema de la corrupción. Si alguien no tiene autoridad moral para debatir el asunto, en televisión, en la campaña o en cualquier lugar, es el paladín del “Sexenio de la Corrupción y la Sangre”, el de Enrique Peña Nieto y los bebesaurios del PRI.
Acabar de una vez por todas con Meade, que ante la tibieza y falta de visión de López Obrador se permitió incluso revertir su debilidad en ofensiva al poner en la palestra el caso de los tres departamentos del candidato de Morena, su relación con Napoleón Gómez Urrutia y la maestra Elba Esther Gordillo.
Temas para anular a Meade no le faltaban a López Obrador: la Casa Blanca de "La Gaviota", Odebrecht, el socavón, la casa en Malinalco del eterno aprendiz de canciller, Luis Videgaray, la fuga del Chapo de la prisión de Almoloya, los ex gobernadores César y Javier Duarte (por mencionar algunos de los muchos), el proyecto del tren rápido suspendido por el asunto de los chinos, etcétera, etcétera.
Dejó pasar hasta el aspecto de seguridad nacional con el que los debatientes arrinconaron a López Obrador por el asunto de la amnistía a criminales que no pudo responder como se esperaba que lo hiciera, y sus evasivas a contestar de forma directa beneficiaron a Anaya.
La supresión de Meade de la contienda le permitiría a López Obrador concentrarse en Anaya, porque creo que el debate estableció que la presidencia se disputa entre dos. El abanderado del Frente, como debe ser después de lo ocurrido el domingo, se ahorrará fuerzas, energías y estrategias para con Meade. El blanco del panista será López Obrador.
Un pragmatismo político bien centrado en entender por qué el electorado lo tiene en este momento como favorito en las elecciones del 1 de julio, obligaría a López Obrador a no dejar pasar otra oportunidad para solamente dedicarse a contrarrestar a Anaya. Sin embargo, por su error, el ex jefe del gobierno capitalino tendrá que afrontar en la campaña y en los dos debates que vienen a dos batallones, cuando su principal enemigo hasta se puede dar el lujo de que el otro guerrero enemigo le ayude a herir de muerte al más fuerte.
De Margarita Zavala y Jaime Rodríguez “El Bronco”, como ya lo escribí, no me ocupo; están descartados y lo único que hacen es estorbar.
