Vencer el miedo

  • 0

Raúl Romero Gallardo

Sociólogo y Latinoamericanista. Miembro de la Red de Artistas, Intelectuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad.

@cancerbero_mx

 

Vencer el miedo

 

En diferentes pueblos y comunidades de México, el “susto” o “espanto” es considerado una enfermedad que implica “la pérdida del alma”. Algunos de los síntomas que padecen los enfermos son insomnio, tristeza, depresión, angustia, pérdida del hambre, vómito y dolor de cabeza. El “susto”, explicado en el lenguaje de la medicina moderna, es resultado de un impacto psicológico de intensidad variada o de sentir un miedo profundo. Generalmente se le relaciona con fenómenos sobrenaturales o “desastres ambientales”.

Sentir miedo es normal y está asociado a una cuestión de sobrevivencia, de autoconservación. Sentir miedo siempre, es anormal y a menudo desencadena una relación de dependencia y sometimiento. En otras palabras: el miedo también puede ser usado como un dispositivo de control y dominación. Por ejemplo, el grupo en el poder puede apelar al miedo para buscar legitimación y justificar su violencia, la violencia de Estado.

Algo así sucedió en 2006 en México cuando las clases dominantes utilizaron la consigna de “López Obrador es un peligro para México” para legitimar su “golpe de Estado técnico”. También sucede ahora cuando en cada manifestación en la Ciudad de México, el gobierno local, el gobierno federal y los principales medios de comunicación utilizan la figura del “anarquista” para criminalizar la protesta social y justificar la violencia de Estado.

El miedo como dispositivo de control y dominación requiere siempre de un enemigo, real o ficticio; un enemigo al que el Estado dirá combatir con todas sus fuerzas. En el pasado, los comunistas fueron el “enemigo”, esos “comeniños” que querían desestabilizar el país. En países con fuerte tradición nacionalista, el “extranjero” también puede cumplir ese papel. Recordemos que tanto en 1968, con el movimiento estudiantil; como en 1994, con la aparición pública del EZLN, el Estado mexicano señaló que detrás de esas movilizaciones había intereses extranjeros. En la actualidad, el enemigo favorito es el “narcotraficante” o el “terrorista”. El objetivo en todo momento es hacer creer a la sociedad que su violencia –la del grupo en el poder- es necesaria. Nuestro miedo –el mismo que ellos provocan- los vuelve “necesarios”.  

El miedo llevado al máximo deviene en terror, sentimiento que puede desatar un estado de shock y parálisis. Pienso que es esto lo que actualmente nos sucede como sociedad en México. Tenemos miedo, estamos aterrorizados.

Muchos padres y madres tienen miedo cuando sus hijos e hijas salen a la calle: es posible que nunca vuelvan y las autoridades municipales, estatales o federales dirán que seguramente en “algo malo andaban”.

Muchas esposas sienten miedo cuando sus maridos salen al trabajo: es posible que un policía, un criminal o un policía-criminal los “levante”, los lleve a hacer trabajos forzados hasta la muerte y luego tire su cuerpo en cualquier fosa clandestina de las miles que hay en este país. Las autoridades municipales, estatales o federales dirán que es un “daño colateral”.  

Muchas abuelas sienten miedo cuando sus hijas, sus nietas, o cualquier mujer en cualquier lugar de México sale a la calle: es posible que un policía, un criminal o un criminal-policía la golpeé, la viole y luego la entregue a la mafia local –que también es el gobierno local- que administra la trata de personas. Las autoridades municipales, estatales o federales dirán que “seguramente se fue con el novio”.

De lo que se trata es de sentir miedo, de temer al otro, de no confiar en nadie, de pensar que cualquiera puede ser un criminal, de sentir miedo al punto del terror y pensar que necesitamos del Estado y su violencia para estar a salvo.

El miedo como dispositivo de control y dominación también debe repercutir entre quienes protestan y han comenzado a vencer el miedo. Deben tener miedo de salir a protestar porque en cualquier momento pueden ser detenidos, torturados, desaparecidos. Se debe sentir miedo al punto de renunciar a la utopía, de acostumbrarse a las cosas tal y como son. El miedo en este punto, asesina toda esperanza, toda posibilidad de un mundo mejor.

En diferentes pueblos y comunidades de México, las abuelas y curanderas generaron distintos remedios para curar el “susto” o “espanto”. Estos remedios consisten en repetir varias veces el nombre del enfermo, untarlo con tabaco, aguardiente o ruda y luego limpiarlo con hierbas mientras se pronuncian diferentes rezos.

Igualmente, diferentes pueblos y comunidades de México de a poco van venciendo el miedo como dispositivo de control y dominación. Estos pueblos resolvieron que no podían seguir viviendo sometidos por el miedo y el terror y comenzaron organizarse, a autogobernarse, a construir y defender su dignidad. Ahí están en Chiapas, en Michoacán, en Guerrero, en Oaxaca, en Sonora, en Morelos…

Vencer el miedo implica vencer el desencanto, recuperar la utopía, volver a soñar con que otro mundo es posible. Sanar el miedo es tarea colectiva, implica confiar en el de al lado, reconstruir el tejido social, reconocernos como sociedad. Vencer el miedo requiere de autocuidarnos colectivamente.

Vencer el miedo también implica, poco a poco, ir haciendo que el miedo cambie de bando.

El día en que Myanmar vuelva a ser Burma
Atrás El día en que Myanmar vuelva a ser Burma
Siguiente A Contracorriente -05 de noviembre 2015- La guerra contra el magisterio
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *