País petrolero y pueblo sin dinero (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

 

 

 

 

 

País petrolero y el pueblo sin dinero

 

 

 

Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nuevos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo, es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos.

Lázaro Cárdenas del Río. 18 de marzo de 1938

El título de esta entrega es una consigna gritada a coro en marchas, protestas y manifestaciones a lo largo de todo el país. Hoy, a ochenta años de la expropiación petrolera, la consigna es más vigente que nunca: es inaceptable que México, siendo un país petrolero, sea un país con tanta desigualdad, con tanta miseria. Ochenta años en los que la renta petrolera bien pudo haber sacado a todos los mexicanos y mexicanas de la pobreza, la enfermedad y la ignorancia, sin embargo, los saldos de la industria son más bien negativos.

En el aniversario número ochenta de la expropiación petrolera la conmemoración no podía ser más deslucida: Peña Nieto y un reducido grupo de funcionarios reunidos a puerta cerrada en la torre del corporativo, dos días antes del histórico 18 de marzo. Además, las declaraciones de Carlos Treviño Medina, director de PEMEX, en la conmemoración de la expropiación petrolera vitoreando la reforma energética demuestran cinismo, petulancia, ignorancia de la historia de México, dogmatismo de corte neoliberal y hasta una suerte de esquizofrenia política: aplaudir la desnacionalizadora reforma energética en la celebración de la nacionalización del petróleo es un sinsentido, es una completa estupidez.

PEMEX sigue siendo la principal empresa que tiene México; es más importante que TELMEX, CEMEX o cualquier otra que pretenda acentuar su carácter nacional a través de sus siglas, o de cualquier otra que esquive los afanes nacionalistas. Sin embargo, la principal empresa mexicana acusa los estragos de la corrupción de sus funcionarios y líderes charros, así como la crisis a la que la llevaron las políticas públicas de los últimos cuarenta años, por lo menos.

El más reciente estrangulamiento a la empresa ha sido la llamada Reforma Energética que en los hechos ha puesto en manos extranjeras los recursos petroleros del país. A ochenta años de la expropiación petrolera PEMEX es una empresa disminuida, venida a menos por la expoliación del gobierno federal y su abusiva política impositiva, por el saqueo de la burocracia que la dirige y cobra salarios de escándalo, por la depredación de un sindicato brutalmente corrupto, entre otros factores. Ninguna empresa que es atacada de esa forma puede mantener finanzas saludables, menos cuando además está sometida a un régimen fiscal que le obliga a entregar alrededor del 50% de sus utilidades al gobierno. Sangrada por todas partes y sin posibilidades de reinversión, la agonía de PEMEX es una de las muestras más palpables del fracaso del modelo neoliberal en México.

La historia moderna de México es impensable sin PEMEX. La principal empresa mexicana ha sido un factor de enorme relevancia para el desarrollo del país; su aportación más notoria ha sido en la derrama económica producto de las divisas obtenidas por la venta del crudo, sin duda, pero también ha sido fundamental en la historia regional de Veracruz, Campeche y otras entidades. Ciudades como Poza Rica, Coatzacoalcos o Minatitlán en Veracruz o Ciudad del Carmen, en Campeche, son impensables sin PEMEX. Miles de familias mexicanas han construido su historia, sus biografías, en torno a la paraestatal, bien sea porque alguno o algunos integrantes trabajan allí, bien porque la presencia de PEMEX modula las pautas de la vida cotidiana en las ciudades donde tiene presencia. En este sentido no es exagerado afirmar que la cultura petrolera (con mucho de machismo y exclusión) ha permeado –para bien y para mal- en las biografías de millones de personas a lo largo de las últimas ocho décadas.

De allí que la debacle de PEMEX signifique, a la par, la crisis de muchas familias mexicanas que vivieron al amparo de la empresa; en algunos casos se trata de trabajadores que durante varias generaciones han trabajado en PEMEX y que, en los últimos meses, han debido “ajustarse” (en el desempleo) a la realidad provocada por la Reforma Energética. Los saldos de esas crisis familiares no han sido expuestos con suficiencia por académicos y autoridades, por lo que poco

sabemos de sus historias particulares, de su sufrimiento, de sus rupturas en sus trayectorias biográficas, de sus estrategias de sobrevivencia en lo económico y de sus acomodos en lo emocional. Son miles de familias que expresarán con mucha fuerza su rabia, su dolor y su esperanza en las elecciones del próximo 1 de julio.

México necesita a PEMEX, vamos, necesita recuperar a la empresa para que continúe siendo palanca determinante en el desarrollo del país. Paradójicamente, México necesita a PEMEX para también impulsar una verdadera y profunda reforma energética que nos haga transitar del modelo energético basado en el petróleo y sus derivados hacia un modelo basado en energías limpias, sustentables y baratas. En otras palabras, México necesita a PEMEX para guiar a la empresa en su paulatino y controlado proceso de fenecimiento.

Recuperar y sanear a PEMEX será una de las tareas prioritarias del próximo presidente. Tarea de suyo compleja puesto que requiere no sólo de voluntad política sino también de la participación de expertos en energía que definan metas y estrategias, de finos operadores políticos que pauten las negociaciones con el sindicato, de hábiles directivos que saneen las finanzas, de inteligentes diplomáticos que apacigüen al bocón vecino del norte, de representantes populares honestos que legislen a favor del fortalecimiento de la empresa, de líderes capaces de conducir el proceso de reconstrucción de PEMEX.

Pero sobre todo requiere de sus trabajadores y trabajadoras. La reconstrucción de PEMEX sólo puede forjarse mediante la experiencia, el conocimiento, el tacto, la sensatez, la intuición y la perseverancia de los trabajadores que conocen, y aman, a la empresa. Inclusive se necesita a las mismas familias de esos trabajadores y trabajadoras: se requiere su aliento, su empuje y su cariño.

A ochenta años de la expropiación petrolera es necesario, es ineludible, emprender una tarea de magnitudes similares a la que encabezó el General Lázaro Cárdenas: nuestra obligación histórica es recuperar PEMEX para México.

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Comentario 1
  • Jaime Guzmán Martinez

    El establecimiento de la mal llamada Reforma Energética es una estrategia fraudulenta planeada por los funcionarios y dirigentes del PRI y su gobierno para vender los recursos del país a empresas extranjeras para seguir llenándose los bolsillos y vivir en la opulencia con grandes capitales en bancos extranjeros y múltiples recidencias, viviendo como los nuevos potentados de México y el extranjero pasando por encima del pueblo Mexicano que se debate entre la pobreza y la miseria; pero ojalá que la historia descubra la enorme corrupción de la que formen parte y se haga una exhaustiva investigación y respondan ante los grandes tribunales por su riqueza mal habida .

    Responder
    20 marzo, 2018

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