Morir de noche, desaparecer de día (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Académico. Director de Desarrollo Económico del H. Ayuntamiento de Xalapa, Ver.

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

Morir de noche, desaparecer de día

 

Poco margen de vida queda cuando te matan de noche o te desaparecen de día. No hay vida en un país que mata de noche, que desaparece de día, que agrede y vulnera en cualquier rincón y a toda hora.

            Así este México que se nos ha ido de las manos, las mismas manos que nos matan de noche, nos desaparecen de día y nos estrangulan las ganas de vivir y crear, que atenazan los derechos de estar y de ser, que aniquilan las pasiones para desnudarnos en sombras de zaguán. Peor si eres joven y peor aún, si eres mujer: las posibilidades de vivir son mínimas e ingratas. O si eres artista, estudiante, rebelde, trabajador, periodista, científico, ambientalista o alguien que intenta hacer su vida a plenitud: te matan de día, te desaparecen de noche o te olvidan casi todo el tiempo.

            No hay ciudad sin noche. La ciudad es para estar y vivir de noche, para recorrer madrugadas con pensamiento, poesía, ardores o boleros que aúllan desde el alma. La noche de la ciudad es la noche del cuerpo que se baila solo, o en pareja, o en hotel o en callejón a oscuras. La noche en la ciudad es para que los cuerpos se anuden saturados de deseo, de alcohol, de éxtasis o de movimiento puro. O de todo eso y lo que le sigue, cada quien que viva o muera su noche en la ciudad como le plazca.

            Sin noche, la ciudad es una una tediosa banda sinfín de productividad, una hoja de Excel bien diseñada para medir recortes de tiempos muertos y porcentajes en búsqueda de incrementos o decrementos, depende de su absurdo. La ciudad sin noche es igual a una incubadora en las que las gallinas ponen huevos desquiciadamente sin más afán que el alimento siguiente. La ciudad sin noche es un dormidero de zombis con premura por llegar a tiempo al matadero.

            Por eso duele más morir de noche abrupta que día terso. Porque la vida va de noche, desbordada de música, poesía y amores irredentos. No hay vida sin noche, no hay luz de día sin sombras que le antecedan. De ahí que en Xalapa nos duele de a madres que nos hayan matado a un músico y que hayan herido a otros más y sus amigos; en esta ciudad todos somos músicos y si nos tocan a uno, nos tocan a todos. En esta ciudad, de noche los músicos salen de sus alcantarillas al sonido puro de la flauta que les convoca junto con los miles que vamos convocados a su influjo.

            Una cosa es morir de noche y de muerte y otra cosa es morir de balas a la hora que sea. Pocas veces un artista ha muerto de noche, pero muchos se han atragantado de vida, de sífilis o de incomprensión. Lo que no se vale es morir sin poder elegir entre el amor, el cáncer, la sífilis, un accidente o una bala idiota y mal intencionada. No se vale morir de noche sin haber elegido la muerte absurda o la vida congelada.

            Xalapa está muerta de dolor porque han matado de balas y de cobardía a un par de artistas, músicos para más señas.

            José Ignacio Cortaza, trombonista de 28 años fue asesinado en las afueras del bar La Ópera (antes La Bartola), así como José Antonio Hernández de 36 años, empleado de seguridad. También fueron heridos por balas que nada saben de la ciudad y de la noche María Estefany Barrera, José Ángel Andrade, Édgar Castillo e Isaac Orlando Hernández.

            Así como matar periodistas no mata la verdad, tampoco asesinar músicos acaba con el arte. Y el arte en Xalapa (donde nos han matado a varios músicos y otros artistas) construye lazo social porque es infinito, rebelde por antonomasia, lúcido por derecho propio, inmortal por la terquedad de los que seguimos y seguiremos vivos aunque la muerte nos mate de olvido o de impunidad. Aquí seguimos, llorando muertos, pero más vivos que nuestros asesinos.

            Xalapa es una ciudad en la que hay más músicos que puestos de comida en la calle. Son miles y son muy buenos. Y muchos de ellos y ellas trabajan de noche porque no hay chamba, ni ciudad sin noche. Xalapa es una ciudad que vive de noche gracias a sus músicos, a sus poetas, a sus locos, a sus amantes, a sus científicos, y a una terquedad que tiene que ver más con lo que está por construirse (lo que aún no ocurre, pero podría suceder) que por los reglamentos ya escritos que debemos obedecer. Xalapa no es lo que es, sino lo que puede y debería ocurrir.

            En esa tesitura Xalapa se hermana –a la mala- con la ciudad de México. Porque si aquí nos matan de noche, en la ciudad de México nos desaparecen de día. Morir de noche en Xalapa o desaparecer de día en la ciudad de México no es lo mismo, pero como se parece. Ausencia de todo, vacío que se interroga mirándose al ombligo, preguntas que interrogan y se devuelven como un bumerang terco e infinito.

            La policía de la Ciudad de México, al mando de Miguel Ángel Mancera, ha desaparecido a la luz del día a Marco Antonio Sánchez Flores. Un joven pleno de vida que “osó” fotografiar aspectos de la ciudad. Menor de edad cuyo “delito” ha sido vivir sus plenos 17 años haciendo fotos, pero las bestias de Mancera lo han detenido y desaparecido. Desaparición forzada, sin dudas ni medias tintas, con testigos y evidencias. En las últimas noticias dicen que ya “apareció” Marco Antonio. No importa, la pregunta es ¿por qué lo levantó la tira? ¿Dónde estuvo tantas horas? ¿Quiénes y por qué lo detuvieron?

            La lucha por otro México pasa por construir un país donde todos y todas tengamos cabida. Un país para andar a oscuras, cachondos, libres y alegres por construir utopías realizables a la vuelta de la esquina.

            Un país para no morir de noche, ni desaparecer de día.

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Comentario 1
  • Carmen

    No tengo el arte de escribir para simplemente decir que lo que nos describes es tan duro para los que ya pasamos por esa parte de la vida y que no vemos para nuestros hijos un panorama mejor que el que nosotros vivimos en nuestro momento, aun cuando hemos hecho esfuerzos individuales por crearles un mejor país, sus expectativas no sólo no son iguales sino que su panorama a futuro es ahora abismalmente más oscuro, más injusto y más triste.

    Responder
    30 enero, 2018

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