Sanar las heridas

  • 0

Claudia Soriano Segoviano. Psicoterapeuta Gestalt y Psicocorporal

Facebook: Psicoterapeuta Claudia Soriano Segoviano

Email: [email protected]

 

 

 

 

 

Sanar las heridas 

 

“¿Pero quién puede recordar el dolor, una vez que éste ha desaparecido?  

Todo lo que queda de él es una sombra, ni siquiera en la mente ni en la carne” 

Margaret Atwood 

 

 

Todas las personas llevamos en nosotros las cicatrices de las heridas que hemos sufrido en nuestra vida, formadas por las tantas veces que nos han dañado o que nos hemos dañado. Sentimos y sabemos que ahí están y que nos acompañarán el resto del camino. Muy probablemente nos siguen doliendo cuando llevamos nuestra atención a ellas, y también es probable que ya no nos duelen y que sólo ha quedado ahí la cicatriz.  

Esas heridas es probable también que no dejamos que sanen y cicatricen; las abrimos una y otra y otra vez. Regresamos a ellas para justificarnos, para que nos entiendan y sientan compasión por ellas y por nosotros. Tal vez no están bien suturadas y en cualquier momento pueden abrirse solas o con nuestra ayuda. 

Cada persona da a sus heridas la importancia que considera que tienen. Puede ser que alguien sufra desmesuradamente por algo que a otra persona le pueda resultar insignificante. Puede ser también que para “protegernos” le restamos importancia al dolor que ese daño nos causó. Aquí lo que importa es resaltar que todas las heridas, propias y ajenas merecen ser respetadas. 

Si estás ahora leyéndome, quiere decir que has podido sobrevivir a tus heridas y sobreponerte. No quiero decir con esto que ya no te duelan, si no que estás aquí con todas las heridas que puedas tener. 

A la mayoría de las personas nos han enseñado que el dolor no es bueno. Nos caemos en la infancia y rápido nos soban y nos dicen que no pasó nada. Le contamos a alguien que sufrimos y la respuesta generalmente es sí, pero no le des tanta importancia, pasa la hoja, cierra ese capítulo, no vale la pena. 

Al haber aprendido que el dolor es malo, es muy comprensible que entonces cuando aparece hagamos todo lo posible por alejarlo sin dejar que nos habite. Nos da terror que algún hecho doloroso rompa nuestro “equilibrio” emocional, colocándonos en un abismo del cual sintamos que no podremos salir bien librados. 

Negar el dolor no hace que este desaparezca mágicamente. El dolor queda ahí, medio sepultado pero latente, y aparece acumulado a la primera oportunidad. El dolor necesita ser sentido, necesita que le reconozcamos y le demos su importancia y su tiempo, necesita ser llorado, gritado y verbalizado para que entonces se desvanezca de manera natural. Es verdad que puede resultar complicado permitírnoslo, sin embargo es posible, y si lo hacemos nos dejará de doler y quedará entonces posiblemente sólo una cicatriz. 

La cicatriz que nos queda es, si deseamos verla así, el recordatorio de haber sido capaces de haber superado el dolor, y en el mejor de los casos haber aprendido de él. Cada caída, cada golpe nos dejan una enseñanza y un aprendizaje. Visto así, es valioso permitirnos los daños para aprender y acumular experiencias que puedan sernos útiles más adelante.  

Vivimos en el presente en el que seguramente sentimos que el daño ya quedó atrás,  y si nos sigue lastimando igual que cuando ocurrió en el pasado, es porque no hemos sabido o no hemos querido dejarlo atrás. Si esto ocurriera, sería bueno recordarnos que el pasado no puede volver a hacernos daño si no se lo permitimos. Solamente podremos saber que hemos sido capaces de superar el dolor, en el momento en que cuando miremos nuestra cicatriz, nos demos cuenta de que es un recuerdo que ya no nos duele, ni nos define o controla. 

La cicatriz queda de forma temporal o permanente. Tomando la vida en nuestras manos con paciencia y coraje conseguiremos transmutar ese dolor profundo en aprendizaje. Nos merecemos llegar a ese punto y reconocer esos lugares a los que nunca queremos volver, y saber que podemos dirigirnos, si así lo queremos, hacia ese lugar en el que queremos estar. Es nuestro derecho, y nuestra libertad. 

Si deseas iniciar un proceso terapéutico para sanar tus heridas, mándame un whatsapp al 5522558651 para platicar y hacer una cita, me encantará poder acompañarte. 

 

 

PROMO 2 - El Che, a 50 años de su muerte. Entrevista a Santiago Rony Feliú (2da parte)
Atrás PROMO 2 - El Che, a 50 años de su muerte. Entrevista a Santiago Rony Feliú (2da parte)
Siguiente Nuevo ataque terrorista en Somalia, el peor de su historia
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *