Daños estructurales (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

Daños estructurales

                                                                                                                                                                                                    

Con amor para Irlanda y Alicia

En memoria de Ana Lucía y Ana Evangelina

 

 

 

Falta mucho tiempo para conocer los saldos definitivos de los sismos del 7 y 19 de septiembre. El recuento de los daños está por hacerse, no sólo en términos de víctimas mortales, sino también en cuanto a los cientos de heridos, las miles de familias que perdieron su hogar y su patrimonio, las escuelas dañadas, los centros de trabajo afectados, la infraestructura destruida, los proyectos rotos, las ilusiones canceladas. Las huellas emocionales de los sismos están impresas en millones de personas, sobre todo en niños y niñas, y habrán de pasar quizás un par de generaciones para que las heridas queden restañadas. Y tal vez ni así. 
 A diferencia del terremoto de 1985 en que la impunidad campeó, los de 2017 deberían conducir a más de un responsable ante la justicia. Así será. Inaceptable más impunidad: que los responsables del derrumbe de tantos edificios sean castigados.
 Al momento de estimar los saldos de los sismos del 7 y del 19 de septiembre es ineludible deslindar responsabilidades: ¿A cuántas personas mató el sismo? ¿Cuántas personas murieron víctimas de la corrupción, la especulación inmobiliaria y la ausencia de planeación urbana? ¿Cuántas familias perdieron su patrimonio por culpa de constructoras patito, coludidas con funcionarios ídem? La premura del gobierno por derribar los edificios colapsados se explica, básicamente, por ocultar los rastros de la corrupción: trabes con armex, columnas con varillas alambrón, pisos y paredes de unicel forrado, amarres de liga y chicle. La violación a las normas de construcción es la explicación del colapso de muchos edificios en la ciudad de México, y de muchos otros que seguramente serán derribados por las fallas estructurales que acusan.
 Los daños estructurales de los edificios expresan las fallas estructurales del gobierno que permitió su construcción. No hay opción: hay que tirar edificios y gobiernos. Y reconstruir con bases firmes. 
 Los desastres naturales son siempre sociales. La naturaleza no colapsa sino es que por la acción del hombre. ¿Por qué los “desastres naturales” pegan más duro en los pobres? La mayor parte de las miles de comunidades afectadas por los temblores en Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla, estado de México, tienen un común denominador: son pobres. Y son pobres no por falta de iniciativa, esfuerzo, trabajo y “recursos” (añejo concepto ya rebasado) sino porque el sistema ha procurado reproducirlos desde hace decenas de años como pobres. La pobreza es un gran negocio, para unos pocos. La devastación dejada por los terremotos es una gran oportunidad de negocio para unos cuantos.
 A reserva de hacer los balances finales de los sismos, las fallas estructurales del sistema político han quedado a la vista: Los Pinos están derruidos, el Congreso devastado y Televisa en el piso. Estas son las fallas estructurales detrás de las fallas estructurales de casas, puentes y edificios colapsados en los que han muerto centenares de personas. 
 Los sismos del 7 y 19 de septiembre marcan el inicio del derrumbe de las instituciones clave del México que está muriendo.
 
1. Los Pinos derruidos. Como en 1985, la sociedad ha rebasado al gobierno. A los gobiernos. Porque no es sólo el de Peña Nieto, también es el de Graco en Morelos, el de Gali en Puebla, el de Mancera en la ciudad de México, el de Del Mazo en el estado de México, el de Murat en Oaxaca, el de Velasco en Chiapas. El derrumbe de Los Pinos es también el de los gobiernos locales cuyas cabezas aspiran a ocupar la derruida casa presidencial. Los Pinos (y los gobiernos estatales) están derruidos porque los millones de voluntarios que se han movilizado luego de los temblores no sólo tuvieron una reacción más rápida y efectiva que la de las fuerzas oficiales, sino sobre todo más legítima. Los cientos de miles de voluntarios y voluntarias que han rescatado cuerpos con y sin vida, que han preparado y entregado comida, medicinas, ropa, abrigo, calzado, abrazo, agua, juguetes… que han acompañado, que han escuchado, que han gritado, que siguen dando soporte en la catástrofe son más queridos y apreciados que marinos y militares cuyas órdenes son imponer, separar, silenciar. Marinos y militares que responden órdenes de su jefe supremo: Peña Nieto, quien ha logrado mover a México en su contra.
 Los Pinos y lo que representan: corrupción, ineficiencia, dispendio, vacuidad, arrogancia, tienen daños estructurales, pero no van a caer por pura inercia. Hay que iniciar los trabajos de demolición desde ahora, con la fuerza de los muertos de hace 32 años, con los muertos del 68, los del Jueves de Corpus del 71, los de Acteal, los de Nochixtlán, los de Tlatlaya, los más de 130 mil de la “guerra contra las drogas”, los de Ayotzinapa, los desaparecidos, con las miles de mujeres asesinadas y desaparecidas, con los millones de pobres y desarraigados. Con la fuerza de todas ellas y de todos ellos, iniciemos la demolición de lo que queda de Los Pinos.
 Al igual que en 1985 las autoridades están pasmadas. No se les ocurre nada mejor que ir a los lugares siniestrados a tomarse fotos y videos, abrazar viejitas y hacer promesas. Por lo mismo no puede repetirse la historia del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Esta es la historia del terremoto del 19 de septiembre de 2017. Ahora la sociedad es más fuerte, tiene confianza en sí misma, es más crítica e ilustrada, mucho más irreverente y tiene el poder de las redes sociales y su vértigo de respuesta, condiciones que en 1985 eran inimaginables. 
 Pero Los Pinos no caerán, sino es por la fuerza organizada de millones de mexicanas y mexicanos que exigimos, y merecemos, un cambio de gobierno y de sistema.
 
2. El Congreso devastado. El Congreso está en ruinas, no sólo ni principalmente por su capacidad legislativa (nimia) sino sobre todo porque los diputados y senadores carecen de representatividad. Las más de las veces no representan más que al líder del grupo (mafioso) que los puso en la curul, por eso las ciudadanas y los ciudadanos nos sentimos defraudados, ajenos a ellos, ofendidos por sus desplantes, agredidos por sus leyes. Los miles de tuits y memes preguntando dónde están los “representantes populares” cuando se necesitan los brazos de todos son elocuentes: ninguna empatía, antes al contrario, profunda
repulsa. Y lo mismo concitan miles de presidentes municipales y de regidores: repulsa.
 La demanda es al Congreso y lo que representa: los partidos políticos, el INE, la democracia y sus dispendios, el nepotismo, la negligencia, la arrogancia, el cinismo y otra vez, la corrupción. Hasta donde recuerdo en 1985 las exigencias de la sociedad civil al congreso fueron escasas y se diluyeron rápidamente. Ahora la demanda es nítida y muy poderosa: que el dinero de las campañas se canalice a los damnificados. 
 Esta sencilla demanda es enormemente poderosa: exigimos austeridad, eficiencia, honestidad, responsabilidad. Valores ajenos a la clase política reciclada desde hace muchos años. La austeridad apenas se enuncia, pero aún es intangible.
 No es casual que los partidos refieran que van a “donar sus recursos” para los damnificados. No han entendido nada. Y no entienden que no entienden, como Peña. No es dinero suyo, son recursos públicos que en una democracia más o menos funcional no deberían usarse para prorrogar sus privilegios, sino para atender emergencias y prioridades. No pueden donar lo que no les pertenece. No exigimos que “donen” nada, sino que usen nuestro dinero para atender las enormes necesidades de los millones de damnificados. Y que cambiemos a un régimen de austeridad que vea por el bien común.
 En el viejo régimen, ese que se está cayendo a pedazos, la máxima de la clase política decía que “un político pobre es un pobre político” (Carlos Hank González). Ahora la premisa ha cambiado: si no pueden hacer política sin dinero, no es política lo que están haciendo. 
 Pero ese viejo régimen no se va a caer solo, a menos que lo empujemos entre todas, entre todos.
 
3. Televisa en el piso. En 1985 las instalaciones de Televisa Chapultepec se derrumbaron, muchas personas murieron y muchas otras resultaron lesionadas. La caída de la señal de la televisora fue relevante puesto que el país pendía de ella para “informarse”. La radio entró al relevo y durante muchas horas fue el
principal canal de comunicación: volvió a su esencia como medio de comunicación social al transmitir los mensajes que las personas enviaban. Familias enteras se enteraron del destino de sus hijos, padres, primos y parientes lejanos gracias a los mensajes difundidos por la radio. La televisión y la prensa escrita siempre llegaron después que la radio.
 En 2017 Televisa (y lo que representa: Azteca, MVS, Imagen, etc.) volvió a tocar el piso (no estaba lejos) con la telenovela del rescate de la niña Frida Sofía en el colegio Rébsamen de Coapa. La menguada credibilidad de la televisora cavó su propio socavón porque fiel a su origen maniqueo, melodramático, manipulador y vacuo pretendió elevar su rating con un rescate que no existió. Al mismo tiempo en que la televisora de San Ángel buscaba entre los escombros un punto porcentual de raiting (o menos, casi cinco diría Peña), las redes sociales evidenciaban en tiempo real la engañifa conducida por Denise Maerker, Carlos Loret de Mola y otros “periodistas del chayote” más. Se trató de una mentira que endilgaron a la Secretaría de Marina, pero vaya usted a saber cuál fue la verdad. Lo cierto es que la Marina se doblegó frente a la televisora, triunfo de los poderes fácticos ante al Estado. Uno se pregunta ¿y qué carajos hacía la Marina en los escombros de una escuela? 
 La credibilidad de los medios de comunicación de masas está en los suelos. Las redes sociales y los nuevos proyectos de comunicación mucho más horizontales (como Rompeviento TV, mi casa) les han ganado una audiencia que será irrecuperable. Pero Televisa y lo que representa tiene profundos daños estructurales, pero no ha caído: tenemos que completar la tarea. Empujemos todxs.
 Termino este texto con un breve pensamiento para mis familiares muertas en el temblor del 19 de septiembre de 2017:
 Vayan en paz. Acá hay cariño, alegría, música, amor, literatura y rebeldía para dar y regalar: Irlanda y Alicia nos tienen a muchos.

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Comentario 1
  • Alicia Sosa

    De acuerdo con Usted, respecto a que hay que hacerlos caer, somos mas y nuestra fuerza lo puede lograr, aprovechemos lo que se esta moviendo para que el derrumbe de los polítiqueros sea TOTAL.
    Le envío un abrazo que lo reconforte, mis condolencias.

    Responder
    30 septiembre, 2017

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