Facebook: Psicoterapeuta Claudia Soriano Segoviano
Email: claudiasoriano@hotma
La resistencia al cambio
“Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos”.
Viktor Frankl, psiquiatra y psicoterapeuta austriaco
Una de las características de la vida en cualquiera de sus formas es que está en constante cambio. Nos guste o no, es así, y ninguno de nosotros tiene la posibilidad de evitar esto. La manera en que aceptamos y vivimos estos cambios es lo que marca la diferencia. Podemos vivirlos de manera entusiasta o con resistencia, y con ello nuestras emociones irán de la mano.
De manera casi invariable, el cambio nos produce miedo. La mayoría de las personas estamos acostumbradas a movernos sólo en la famosa “zona de confort” que nos brinda seguridad y comodidad, y cualquier cosa que la amenace nos asusta. Nuestra manera de enfrentar los cambios está determinada en gran medida por cómo aprendimos a hacerlo en la infancia.
Muchas veces permanecemos en situaciones que no nos satisfacen, ante las que nos sentimos frustrados, tristes, enojados, decepcionados, impotentes, desvalorizados, utilizados; estas situaciones pueden ser un trabajo que no nos motiva o nuestras relaciones interpersonales, por nombrar algunas. Nos quejamos y sin embargo permanecemos ahí, debido a que son circunstancias conocidas, y el simple hecho de pensar en dejarlas para adentrarnos en lo desconocido nos llena de miedo. Seguramente de ahí proviene el dicho de “más vale malo por conocido que bueno por conocer”.
El cambio es parte intrínseco de la vida; el conflicto surge cuando comenzamos a asociarlo con las adversidades y los problemas. La incertidumbre de lo desconocido y la sensación de no tener el control asustan. Tendemos a asociar el cambio con dolor y pérdida de lo que tenemos, pues este proceso va ligado a un duelo por lo que dejamos atrás.
¿Y qué pasa cuando estamos ante la necesidad o el deseo de cambiar? Quizá porque no nos gusta algún aspecto de nuestra personalidad, o tal vez debido a que nos ocasiona muchos conflictos ser de determinada manera; sea la razón que sea la que nos orille a querernos transformar, nos enfrentaremos a una ardua labor llena de resistencias.
“Yo soy así y siempre he sido así”, “las personas no cambian”, “genio y figura hasta la sepultura”, son frases que escuchamos con frecuencia, y que posiblemente también las hemos dicho nosotros. Con ellas intentamos justificar no dar un paso adelante en nuestras vidas y transformar aquello que no nos gusta.
Para cambiar, lo primero que necesitamos es reconocer el miedo que nos produce el cambio en sí mismo, y después atrevernos a hacer esos cambios con todo y el miedo. Si nos hemos pasado toda la vida evadiendo los cambios que no nos gustan, ¿cómo no vamos a temer nuestra propia transformación interna? Es importante que el deseo de cambiar surja de nosotros y sea genuino. Y es que sí, se necesita mucho valor para mirar nuestra vida con honestidad, evaluarla, y entonces atrevernos a hacer los cambios necesarios. Cambiar exige coraje y valentía, exige arriesgarnos a dejar lo conocido para adentrarnos en nuevas experiencias, y esto constituye un desafío.
Los cambios no se dan de la noche a la mañana, se necesita constancia y atención. Desaprender lo aprendido para reaprender. El cambio es exigente, algo desconocido para quien lo vive y la mayoría de las veces difícil.
Sin embargo, si nos ponemos en el canal de ver los cambios internos y externos como una oportunidad para transformarnos, para vivir de una mejor manera, para sentirnos mejor con nosotros mismos y en consecuencia con quienes nos rodean, seguramente empezaremos a ver la vida como una experiencia apasionante, transformadora y llena de lecciones que aprender… Parece que lo vale, ¿cierto?
Te invito a que vivas un proceso terapéutico y me permitas acompañarte en tus cambios. Si te animas, puedes llamarme o mandarme un whatsapp al 5522558651.