Asesora parlamentaria en temas de comunicación. Co-conductora del programa Jaque Al Rey
@paz_eri
El feminismo salva vidas, no “produce largos bostezos”
Ninguna persona tendría que sentirse avergonzada por su posición privilegiada, pero que desde la misma se intente relativizar hasta socavar, denostar e incluso ridiculizar las luchas de quienes no han nacido en la exclusividad de las élites de todos los ámbitos, no es un tema baladí.
Señalar, como lo hizo Valeria Luiselli, que el feminismo le “produce largos bostezos”,[1] así como condenar el hecho de que todas las mujeres que conoce “han tenido que reemplazar el libre ejercicio del pensamiento complejo por el aburrido derecho a salir a la calle con cartulinas”, demuestra, no el aburrimiento de las mujeres a las que se refiere, sino la ignorancia de una realidad nacional.
Decirse no feminista y enlistar una serie de actitudes y acciones que así lo comprueban[2] confirma no lo dicho, sino, por el contrario, la malversación que se tiene sobre el origen del y los derechos de las mujeres alcanzados por el feminismo como movimiento político.
Cuando hablamos de que en un país como México tambalean los derechos políticos y sociales de las mujeres, o denunciamos la imposibilidad de gozar del derecho a una vida libre de violencia; cuando condenamos los feminicidios o señalamos que nuestras instituciones, gobernantes y partidos políticos siguen denostando el papel de las mujeres en la democracia, hacemos presente realidades que no hubiera sido posible nombrar sin la irrupción del feminismo. Gracias a las mujeres que han conformado este movimiento político y social se ha sacado de la invisibilidad y del ámbito de lo privado la violencia contra las mujeres.
Gracias al feminismo, las mujeres han revelado el poder delegado dentro de sus puestos de trabajo, la revictimización sufrida por nuestras instituciones de justicia; han evidenciado recientemente el acoso callejero, sexual y/o laboral, la violencia política y la falta de paridad de género en las instituciones de representación ciudadana, entre otras cosas.
Despotricar contra la lucha de generaciones de mujeres que han tomado las calles, que recientemente han portado pancartas contra los feminicidios, por el reconocimiento y respeto de sus derechos, contra la injusticia vivida en carne propia; e incluso criticar mordazmente a quienes se asumen feministas, es banalizar la causa de las mujeres. Una causa que ha sido abrazada por feministas a lo largo de la historia como la razón para cambiar el orden de las cosas en beneficio de la totalidad de la población, a través del diálogo y la escritura, del trabajo de redactar legislaciones, tomar las calles y denunciar las violaciones a los derechos de las mujeres en todo el mundo.
Señalar como obsoleto el discurso feminista y a las feministas como incapacitadas para concretar en “un pensamiento profundo” las demandas de las mujeres, desde una posición que sólo es capaz de mirar al grupo de élite del país donde se reside, manifiesta el profundo desconocimiento del contexto nacional, un desconocimiento que no permite pensar la realidad cotidiana de otros sectores de la población que no han tenido acceso a esos espacios de privilegio.
El feminismo salva vidas.
[1] En su artículo “Nuevo feminismo”, el cual despertó tal alboroto que pidió modificarlo en el portal del diario El País.
[2] Tal como lo hizo Alejandra Gómez Maccia, en su artículo “La Loca de la Familia-las ‘buenas’ feministas no bailan (en defensa de Valeria Luiselli)”.