La izquierda y las elecciones (A bote pronto)

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Alejandro Mosqueda Guadarrama

Camarógrafo, editor y documentalista

Facebook: Moga Aleko

La izquierda y las elecciones

Con el propósito de abrir un proceso de participación y organización popular para empujar cambios en el país, en la década de los 70’s varias organizaciones políticas alentaron la creación de organizaciones sociales (o de masas, como también se les llamaba) en el campo y en las colonias populares de la ciudad, entre los sectores estudiantil y obrero. Estas organizaciones se definían como de izquierda, poniéndose como apellido “revolucionaria”, para diferenciarse de la izquierda que se ubica más al centro o de la izquierda electorera e incluso de la socialdemocracia.

Una parte de estas organizaciones de izquierda venían de las luchas del 60 y animadas por la joven revolución cubana. Parte de esta izquierda actuaba en la clandestinidad e incluso se proponía acumular fuerzas para la lucha armada. En la década del 70, principalmente, muchas mujeres y hombres, jóvenes en su mayoría, fueron blanco de uno de los más negros episodios de la historia de México: La Guerra Sucia, el más grande operativo del Estado mexicano contra organizaciones de izquierda y grupos opositores, en cuyo marco se cometieron graves violaciones a los derechos humanos con la complicidad y acción de muchas dependencias oficiales.

Esas organizaciones de izquierda revolucionaria impulsaron procesos populares de participación y lucha por demandas básicas, al margen de los partidos políticos. En la década del 70 se contaba con partidos electoreros de una “izquierda” que estaba más al centro, e incluso eran señalados como simples comparsas para avalar las victorias electorales del PRI.

El espacio político de la izquierda es un amplio espectro de posibilidades y matices; desde grupos que se plantean la toma del poder por cualquier medio para cambiar radicalmente el sistema imperante, hasta los grupos que se ponen como meta coexistir con el sistema capitalista neoliberal e impulsar ajustes de mínima justicia social, lo cual puede cuestionar su vocación política de izquierda.

Las discrepancias en la izquierda se dan en varios aspectos y uno de ellos, que es objeto de grandes debates e incluso genera rupturas o poca apertura a las alianzas estratégicas o coyunturales, es la participación electoral. Hay una larga experiencia en este terreno en América Latina. En México, el Partido Comunista Mexicano (PCM), que estuvo muchos años proscrito y por lo tanto marginado de los procesos electorales, participó en las elecciones presidenciales de 1976, sin registro y con Valentín Campa como candidato; sin embargo, no logró ser un polo de confluencia y unidad. Otra parte de la izquierda se siguió moviendo con una estrategia diferente, apartada de la inercia electoral y poniendo el énfasis en la organización y lucha popular.

La izquierda en México no puede entenderse sólo como esos grupos que se mueven en la esfera del sistema de partidos, es mucho más amplia, y hay desde pequeños grupos o colectivos con acciones y objetivos de acción muy puntuales, hasta grupos que desde la clandestinidad impulsan y apoyan procesos de organización y lucha, y que no necesariamente se plantean una vía armada para la transformación del país.

La lucha y triunfo de los cubanos y luego de los nicaragüenses -junto con la lucha guerrillera en Guatemala y El Salvador- reforzaba la visión, planteamientos y estrategia de una parte de la izquierda en México, la de la vía armada, a inicios de los 70’s. Por otro lado, organizaciones que venían trabajando en construir organización social y sectorial, impulsaron -arrancando los 80’s- la creación de las coordinadoras nacionales sectoriales: Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (CONAMUP), Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), Coordinadora Sindical Nacional (COSINA). En estas instancias de coordinación de diferentes organizaciones de la izquierda, nunca se pudo tener un acuerdo sobre la participación electoral. El tema electoral en la izquierda siempre ha causado desacuerdo, como hoy se manifiesta a raíz de la posible participación para el 2018 del Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La brutal represión desatada en la Guerra Sucia llevó a la desaparición de organizaciones de izquierda revolucionaria, y en varios casos a la incorporación de militantes a los espacios partidistas “institucionales”.

A principios de la década de los 80, ya con las coordinadoras nacionales sectoriales en marcha, se fueron concretando reuniones y acuerdos entre una gran cantidad de organizaciones independientes (estudiantiles, populares, campesinas, políticas y sindicales) y organizaciones de la izquierda revolucionaria (se sumaron incluso algunas organizaciones y sindicatos de influencia de partidos políticos electoreros), dando como resultado el Frente Nacional en Defensa del Salario Contra la Austeridad y la Carestía (FNDSCAC). Luego vendría la creación, por parte de otras organizaciones, del Comité Nacional en Defensa de la Economía Popular (CNDEP), para fusionarse posteriormente con el FNDSCAC y crear la Asamblea Nacional Obrera, Campesina y Popular (ANOCEP).

En esa década se dio un fuerte movimiento de las organizaciones campesinas, teniendo pocas respuestas favorables, pero si mucha represión por parte del gobierno, siendo la puntilla de las reformas implementadas la salinista al artículo 27 constitucional, en 1992. La acción contra los sindicatos independientes se dio puntualmente contra los Contratos Colectivos, sufriendo un desgaste permanente. La tecnocracia preparaba el terreno para la llegada del neoliberalismo encabezado por Carlos Salinas, que cooptaría a varios cuadros de la izquierda en su gobierno. La izquierda no pudo concretar y fortalecer un frente nacional para enfrentar la grave crisis económica y tampoco para poder avanzar en la disputa por el poder.

Se dieron algunas experiencias de alianzas electorales regionales: en Oaxaca, primero la COCEI y el PCM, luego la Coalición Democrática; en San Luis Potosí, el Frente Cívico Potosino; en Guerrero, la Unidad Popular Guerrerense. También hubo en Morelos, Tamaulipas, Aguascalientes y muchos otros estados. En el plano nacional, los partidos electoreros avanzaron en procesos de unidad, a los cuales se fueron sumando algunas organizaciones de la llamada izquierda revolucionaria, culminado con la creación del PRD. En este proceso de alianzas y fusiones, se integraron y fueron diluyendo muchas de las organizaciones de la llamada izquierda revolucionaria. Muchos de sus dirigentes y militantes, antes marxistas, leninistas, troskistas, maoístas, guevaritas, etc., continuan peleando, al frente de alguna corriente o tribu, por puestos de elección, de dirección, o dentro de la burocracia partidista.

Al margen de los partidos de izquierda y sus procesos de fusión, se registraron algunos intentos de coordinación de organizaciones de la izquierda revolucionaria, dando vida por breves periodos a la Unión Nacional de la Izquierda Revolucionaria (UNIR), a la Federación de Partidos de la Izquierda Revolucionaria y a la Unidad Popular (UP).

Poco a poco se fueron cambiando símbolos y lenguaje (la hoz y el martillo quedaban en las viejas cajas de cartón junto con documentos de planteamientos ideológicos). Algunas organizaciones se mantuvieron al margen de estos procesos, como fue el caso de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), que en 1983 establecieron un nucleo guerrillero -otra vez- en Chiapas, dando nacimiento al EZLN, su brazo armado para impulsar un proceso de lucha armada. Once años después vendría el levantamiento zapatista y 22 años después el EZLN anunció la posibilidad de participar en el proceso electoral para el 2018, junto con el CNI.

Quienes están a cargo de la llamada La Casa de Todas y Todos (1) -la cual es una Casa Museo de las FLN y funge como centro de información de la historia de la organización-, plantean en una parte de su propuesta de unidad para la tranformación del país:

“De este gran diálogo constructivo entre nosotros, que adoptará formas creativas y que debe extenderse a todo el país, saldrá un nuevo Acuerdo Social Mexicano, una Nueva Constitución, nuestra segunda revolución social definitiva, la Nación que queremos”. (2)

Y días después del anuncio del CNI-EZLN, en su editorial menciona:

“... ha sido vergonzante la reacción de buena parte de quienes habitan el triste panorama de la vida política y electoral. Ante la andanada de insultante retórica, expresamos aquí nuestra solidaridad con los pueblos indígenas de nuestra patria.

A falta de más información, que habrá de hacerse pública en meses próximos, tenemos sin embargo que manifestar nuestro disenso sobre el camino que, en perspectiva, se han propuesto recorrer.

Apelando a la historia de las FLN, continua más adelante:

“... la liberación de los pueblos es un arduo proceso, que reclama un constante sacrificio; que evade las falsas opciones de la democracia liberal; que no se construye desde los espacios que el poder otorga; que se arrebata mediante la insurrecta organización de quienes día tras día viven el oprobio del engaño, la explotación, el despojo, la persecución y la muerte”. (3)

La participación electoral -otra vez- abre discrepancias en la izquierda revolucionaria, eso parece en este caso. Paradójicamente, la otra izquierda -Morena- que se mueve en el terreno electoral, también plantea su disenso sobre el camino que, en perspectiva, se han propuesto recorrer los ceneistas y zapatistas.

La apuesta está lanzada y el temor desatado para algunos: ver al zapatismo rebelde convertirse en una organización que sea carcomida, consumida y corrompida por el poder, por las “delicias” de vivir de la política y haciendo como que se hace. Ejemplos hay muchos en la izquierda que se asimiló a la partidocracia y se fue “despintando”. Sin embargo, por ahora eso se antoja poco probable.

La comodidad que da el presupuesto asignado para el funcionamiento de los partidos ha llevado a la conformación de una izquierda que actúa más en función de sus prebendas que de los intereses de las mayorías, y en muchos casos es parte ya de la clase política que se beneficia del tráfico de influencias, la impunidad e incluso de la delincuencia organizada. El sistema por un lado reprime y por otro lado coopta y corrompe, dejando una izquierda -más de membrete- débil y domesticada que avala (voluntaria o involuntariamente) el sistema de partidos y el proceso electoral controlado.

Falta mucho por reflexionar y seguir aprendiendo de la izquierda y su relación con los procesos electorales, y del “desgaste” ideológico que sufre... o la tranformación que le genera.

En las condiciones actuales del país, del sistema de partidos y la ratificacción norteamericana de una derecha más conservadora y arcaica para su gobierno, ¿ayudaría revisar la experiencia, aportes y cuestionamientos que hizo el espartaquismo al quehacer de la izquierda y de la construcción de un partido de izquierda?

Mientras tanto, -desde antaño- un fantasma recorre a la izquierda colorada, desteñida, de membrete, oportunista o revolucionaria, el fantasma del sectarismo.

 

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  1. La Casa de Todas y Todos – Vivir por la patria o morir por la libertad
  2. Diálogo Nacional: Por un proyecto de Nación incluyente, libre y democrática Propuesta de unidad para la transformación del país
  3. Noviembre, democracia y revolución….
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