19-26 de septiembre (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

19-26 de septiembre

 

Semana de dolor la que inicia este 19 de septiembre y termina el 26: del terremoto en la ciudad de México en 1985 a los asesinatos y desapariciones de normalistas en Iguala el 26 de septiembre de 2014. En apenas siete días dos fechas altamente significativas en la historia reciente del país, dos momentos que han dejado expuestas las tripas y los sesos de un sistema político brutalmente represor, profundamente corrupto y esencialmente antidemocrático. Si en 1985 las frágiles varillas del Hospital General revelaron que la obra pública en México es una de las grandes fuentes de la corrupción, en 2014 las ejecuciones y desapariciones de estudiantes en Iguala por parte de policías municipales, federales y soldados, evidenciaron a un gobierno que no sólo es corrupto, sino servil del crimen organizado. En 1985 las tripas podridas del priismo salieron a la luz, en 2014 sus infames sesos quedaron al descubierto. Las víctimas de 1985 y de 2014 son las mismas: población civil inocente.

            El pasmo del gobierno encabezado por Miguel de la Madrid en 1985 fue no sólo indignante sino inclusive criminal por cuanto su falta de reacción provocó que el número de víctimas se incrementara. El terremoto desató el caos, el gobierno lo continuó. No obstante, la sociedad chilanga se organizó rápida y creativamente para ocupar el vacío dejado por el gobierno y con la solidaridad del país y del mundo (que De la Madrid dijo no era necesaria) logró salvar muchas vidas, alimentar miles de bocas y ayudar a cientos o miles de personas a encontrar a sus familiares, a sus amigos, a sus vecinos. Allí donde no estuvo el gobierno, hubo mucha sociedad civil.

            Se rescataron cientos de personas (inolvidable el salvamento de los bebés del hospital Juárez), pero el número de muertos nunca se dio a conocer: el gobierno dijo que habían sido 4 mil personas fallecidas, hay quienes hablan de al menos 10 mil. Se instalaron cientos de campamentos en la Roma, en la Juárez, en Tlatelolco, en Tepito y otras colonias. La ciudad se hizo campamento, hospital, funeraria, escuela, patio de juegos, rincón de enamorados.

            Se distribuyeron miles de toneladas de productos alimenticios y se prepararon tal vez cientos de miles de raciones con queso y leche de Puebla, verduras de Hidalgo, frutas de Guerrero y Tabasco, más queso de Oaxaca, arroz de todo el país, frijol veracruzano, azúcar de Morelos, tomates de Sinaloa y apoyo de todo el mundo.

            La solidaridad tejió lazo social. Ante el desastre, la solidaridad nos volvió ciudadanos, no solo consumidores. Las calles las usamos para llevar ayuda, no solo mercancías. La solidaridad generó tanto miedo a los poderosos que unos años después el usurpador Salinas la convirtió en programa de gobierno. Pero algo se había sembrado en el asfalto: la posibilidad de construir una ciudad diferente, y por qué no, un país distinto.

            En 1988, tres años después del terremoto, la ciudad y el país dijimos NO a la continuación del proyecto neoliberal y votamos por Cuauhtémoc Cárdenas. Es posible que esa haya sido la primera vez que en América Latina la población se pronunció en contra del neoliberalismo. El fraude, la “caída del sistema”, cerró de tajo nuestras aspiraciones. Aún recuerdo que estábamos cientos de miles en el zócalo, solidaridad organizada, promoviendo acciones para evitar el fraude cuando Cuauhtémoc dijo que haríamos un partido. Al fraude del 88 la respuesta fue un partido político: el PRD. La historia posterior es bien conocida.

            Treinta y un años después, en 2014, el pasmo del gobierno de Peña Nieto durante las primeras horas y días luego del asesinato y secuestro de los estudiantes de la normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa dejó en claro que se trataba de proteger, de encubrir, de evitar a toda costa que la verdad saliera a la luz. El “pasmo” de Peña fue por complicidad, no por omisión o incapacidad.

            “Fue el Estado”, es la consigna que los colectivos movilizados enarbolan ante la evidencia de los testigos y sobrevivientes. Y seguimos insistiendo: fue y es el Estado. Su “verdad histórica” ha quedado evidenciada como una mascarada mal hecha y peor ejecutada: las evidencias en contra son contundentes y solo el fanatismo, el cinismo, la ignorancia o la corrupción pueden justificar que a los 43 estudiantes los cremaron en un basurero de Cocula a cielo abierto.

            En 2014 no hubo un terremoto para que el gobierno tuviera pretexto de exculpación y evasiva de compromiso; no, allí fue la repetición del 2 de octubre en Tlatelolco, del 10 de junio, de Aguas Blancas, de Acteal, de Tlatlaya, de Tanhuato, de Nochixtlán y de tantos pueblos y ciudades en las que el gobierno ha asesinado a civiles inocentes. En Iguala el 26 de septiembre de 2014, el gobierno mexicano asesinó a inocentes y desapareció a estudiantes de la normal de Ayotzinapa.

            Como en el 85, en 2014, 2015 y 2016 la sociedad se organizó para protestar y exigir justicia, había (hay) semejanzas: heridos bajo los escombros o la metralla, niños o jóvenes sin sus padres o padres sin sus hijos, muerte y dolor desparramados, impunidad campante y sobre todo un ansia de justicia, una necesidad de verdad que urge. En 2014 y hasta la fecha la sociedad resiste a la violencia de Estado, a las “reformas estructurales”, al cinismo, la explotación y la impunidad.

            Treinta y un años después la ciudad sigue temblando, hoy por la especulación urbana, la violencia cotidiana, la contaminación ambiental, la gentrificación de muchos barrios con la consecuente exclusión de sus habitantes y sobre todo por la corrupción. La ciudad de México es más triste hoy que en 1985.

            Dos años después de la noche del 26 de septiembre el país sigue conmocionado por el horror desatado por el Estado mexicano, por sus mentiras históricas, por la complicidad en todos los niveles, por el cinismo y el descaro y, sobre todo, por la impunidad del crimen. México es hoy más triste que en 2016.

            Lo que nos queda es el lazo tejido desde antes de 1985: la solidaridad que no es programa de gobierno sino lealtad, amistad, lucha a la par, amor (pese a que se haga slogan partidista), y una indeclinable certeza de que este país se levanta de sus restos, como la ciudad de México lo hizo hace treinta y un años.

            El 19 de septiembre de 1985 la solidaridad fue lo que sacó a México adelante, el 26 de septiembre de 2014 fue la fecha en que la solidaridad mostró sus carencias para sacar a México adelante.

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